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Rafael Gutierrez Solano
Miércoles 08 de marzo de 2023 - 12:00 PM

La Ciudad

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Cuando se piensa en la palabra ciudad no quisiéramos referirnos sólo a una población grande, concentrada en un lugar específico, atiborrada de casas y edificios, con múltiples calles y zonas verdes, sino además tratándose de una capital de Departamento a una “magna civitas”, una gran ciudad, o como se refiere Jeremías en el cap. XLIX, C25 aludiendo a Damasco “La Ciudad de la Alegría”. Pero no, nuestra urbe la que hoy día habitamos cientos de miles de ciudadanos, hace tiempo atravesó el umbral y no merece ninguno de esos calificativos, mucho menos el de “Ciudad Bonita”. Veamos algunos aspectos que nos permiten hacer las anteriores afirmaciones:

El transitar por ella se volvió una tortura rutinaria, no sólo para el de a pie, sino para el motorizado. De sus vías o calles nadie se apiada, están convertidas en parajes lunares por los innumerables huecos que tachonan toda la metrópolis, sin que notemos interés gubernativo por repararlas o al menos enterarnos que a corto plazo se avizora alguna solución. Esto se traduce además en que la movilidad vehicular es asfixiante, desgastadora por el cúmulo de automotores que no paran de inundar las áreas circulantes.

La planeación dejó de existir, y las normas de urbanismo cada cual las acomoda a su antojo, invadiendo el espacio público y en algunos casos apropiándoselo para beneficio particular. Se ha institucionalizado el desorden. Cada uno construye donde le provoca, contribuyendo a que tanto ladrillo y cemento agote la calidad de vida de los habitantes, pues muchos de esos proyectos no contemplan el tema ecológico. He ahí otras razones para las “islas de calor”.

Los diarios regionales reportan cotidianamente los altos índices delincuenciales, que han tornado muchos sectores de la ciudad en lugares inseguros y peligrosos, casi invivibles, lo cual atenta contra el turismo, y las buenas inversiones que atraen empleo y progreso. Las notas de protesta de los ciudadanos ante este caos, abundan en los medios de comunicación, pues hasta los más remotos contornos de la ciudad están asediados por todos estos problemas. Lo que se ha llamado “el mejor vividero” lo fue hace muchos años, pues acomodárselo a lo que hoy existe, es un chiste cruel. Las consecuencias de una Alcaldía heredada.

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