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opinion/columnistas/rafael gutierrez-solano
Miércoles 30 de enero de 2019 - 12:00 PM

La dictadura

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En el diccionario Larousse Ilustrado hay una definición contundente de la dictadura como fenómeno arbitrario: “Gobierno que se ejerce fuera de las leyes constitutivas de un país...”. Como complemento traigamos a colación el pensamiento de uno de los grandes filósofos y pensadores del Siglo XVIII, Juan Jacobo Rousseau, cuyas ideas influyeron de manera notoria en la Revolución Francesa por lo radicales: “... el mejor medio de llegar a la libertad es pasar por la dictadura...”. En esta última concepción tal tesis apunta a que el hombre no es capaz de vencer las fuerzas que se oponen a su conservación y debe hacer un contrato con el Estado, enajenar sus derechos para que este se presente como encarnación de la verdad, sometiéndolo a la postre a un poder totalitario.

Es bastante romántica esta posición y solo ha conducido a soluciones utópicas y desgraciadas como nos demuestra la historia. América Latina ha sido un continente ideal, bastante flagelado, para poner en práctica estas teorías. Además paraíso de sátrapas, que han aprovechado la falta de cultura política y miseria de los pueblos para imponer estos regímenes. Muchas de estas “revoluciones” han sido un total fracaso como ha ocurrido con la cubana, que se sostiene porque aún sobrevive Raúl Castro. Dentro de poco tiempo será parte del anecdotario histórico de este trópico y muestra del más craso anacronismo político.

Venezuela ha abrevado en las fuentes contaminadas de esa quimera, entregándoles buena parte de la gobernanza de su país a quienes tienen postrada y anestesiada a Cuba. El desorden, la corrupción del poder, la indiferencia internacional y la conflictividad política condujeron a que nuestros vecinos hubieran optado por alternativas populistas que los han llevado en estos momentos a la tiranía. El perfil de quienes manejan a Venezuela, Nicaragua, inclusive a Bolivia, se identifica con personajes funestos que han endulzado el oído de sus comunidades con mensajes mesiánicos, mentirosos y oportunistas, convertidos más tarde en una estafa política para toda la sociedad.

El problema de las tiranías es tenerlas cerca. Si lo que se busca es su derrocamiento es mejor presionar, pero no ahogar.

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