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Rafael Gutierrez Solano
Miércoles 19 de febrero de 2020 - 12:00 PM

Temas urbanos

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Nuestra realidad cotidiana como habitantes de Bucaramanga es escenario amplio y suficiente para cubrir innumerables páginas críticas ante la desidia y omisiones de las autoridades. De muchos asuntos cuestionables hay tres temas que no solo deslucen nuestro hábitat, sino que torturan a los ciudadanos: movilidad, planeación y contaminación. En relación con el primero debe decirse que han pasado sin pena ni gloria varias administraciones municipales, y si alguna realizó gestión para afrontar el caos vehicular, por lo menos hasta estos momentos no se ven los resultados. En las horas pico –y casi siempre- brillan por su ausencia los funcionarios de tránsito generándose congestión, violaciones descaradas a las normas, piratería, atracos, etc. ¿La Dirección de Tránsito está enterada de estos desmanes?.

Sobre planeación la conclusión es clara y sencilla: no ha existido desde hace décadas. Se comprueba su ineficiencia caminando por la ciudad y observando la forma torpe y arbitraria como se ha destruido y se sigue arrasando el patrimonio arquitectónico, reemplazado por moles antiestéticas o colmenas habitacionales que tornan aún más lúgubre y lánguido el paisaje. ¿A los funcionarios a cargo de esas dependencias se les exige formación, conocimiento y experiencia en esa área? Lo dudo, pues basta remitirnos a una de las múltiples obras ejecutadas: el trazado errático e inconveniente de las ciclorutas.

Y la contaminación, consecuencia lógica y evidente de los despropósitos administrativos señalados. Ante tanta aglomeración que ha apabullado a la ciudad en esos dos temas, ¿qué efecto práctico tiene para las personas el que se estén monitoreando los altos niveles de envenenamiento en nuestra atmósfera, si es muy poca o nada la acción gubernamental encaminada a mejorar de manera sustancial la movilidad y planeación?

Lo hasta acá tratado amerita un estudio y análisis más profundo y extenso que una columna periodística. Me basta agregar que ante la indiferencia, soy partidario de reiterar estas notorias falencias. La falta de jefes y políticas para remediar lo anotado –de antes y de ahora- , me permite concluir apelando al romancero español cuando afirmaba: “... qué se fizo el rey Don Juan, los infantes de Aragón qué se ficieron...”

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