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Rafael Nieto Loaiza
Sábado 28 de diciembre de 2019 - 12:00 PM

Camino, caigo, vuelvo a caminar

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Fin de año. Logros alcanzados. Metas incumplidas. Tareas a media marcha. Propósitos en los que no se dio ni un paso adelante.

Es la naturaleza humana. Planear, ejecutar, evaluar. Equivocarse. Reconocer que a pesar de fijarse propósitos, con la mejor de las intenciones, se fracasa, y se debe volver a empezar. Somos una dualidad consciente y en tensión permanente. Nos debatimos sin cesar entre nuestra naturaleza instintiva, animal, y el ser pensante, lúcido, trascendente. Entre nuestras compulsiones y nuestras razones. Entre hacer lo que queremos y lo que debemos. El hombre, solo el hombre, es capaz del bien más sublime y también de la más tenebrosa de las maldades.

Y sin embargo, también por eso, por tener que vivir decidiendo, por el libre albedrío, somos mejores que ellos, que los monos y que los demás animales. Mejores también que Adán y Eva en el paraíso, antes del Conocimiento, insulsos, insípidos, sin gracia alguna. Es en nuestra capacidad de escoger, de decidir, donde está lo más noble y puro del ser humano. De hecho, es nuestra libertad la que nos hace humanos. Somos seres racionales para decidir. Y las equivocaciones son la prueba de nuestra humanidad.

Así se nos van los días, uno tras otro, y se nos van los años, como este que se acaba, y se nos va la vida, en la tarea de escoger, de fallar, de caer, y de volver a levantarnos. Somos libres y, por tanto, responsables.

Retomé mi hábito de correr diariamente, abandonado casi del todo por cuenta de recorrer el país una y otra vez en las campañas del 18. Correr para mí es el silencio, la concentración, la oportunidad de ver desde otros ángulos los problemas y las soluciones. Me queda pendiente retomar la bicicleta.

Volví al ejercicio de mis oficios, abandonados también por ese monstruo desagradecido de la política. Y sí, algunos me odian por mis ideas, aunque no hayan cruzado palabra conmigo, pero también he recibido la confianza de muchos y tengo nuevos clientes a quienes estoy profundamente agradecido.

Leo menos de lo que quisiera, pero mucho más de lo que podía hace un año. Decepciono a algunos de los que más quiero y sufro porque les hago daño. Me culpo y confío, quizás en vano, en que algún día tenga perdón. El destino me regala una mujer maravillosa con la que quiero envejecer. Camino, caigo, vuelvo a caminar.

Vivo. Y deseo que este 2020 traiga vida, mucha vida, a todos mis lectores.

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