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Rafael Nieto Loaiza
Sábado 01 de junio de 2019 - 12:00 PM

La Constituyente es el único camino

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Los sentimientos de asco, indignación, ira, impotencia, ausencia de guía y liderazgo son crecientes.

Estamos en lo que Álvaro Gómez denominaría un “régimen” donde se bloquea todo esfuerzo para hacer una reforma a la administración de justicia y al acuerdo con las Farc, aunque hayan triunfado el No en el plebiscito y Duque tenga mandato para esas reformas.

Aunque siempre he visto con desconfianza ese mecanismo (es una caja de pandora y genera incertidumbre), para romper ese bloqueo a estas alturas no hay alternativa distinta a una constituyente.

Una constituyente para superar de una vez por todas la polarización social y política que vivimos y alcanzar un acuerdo sobre lo fundamental. Una constituyente para asegurar la democracia republicana, hacer las reformas política y a la justicia que están pendientes, y poner la Constitución por encima del acuerdo con los bandidos, impedir que los criminales tengan más y mejores derechos que quienes nunca hemos delinquido y asegurar los derechos de las víctimas. Una constituyente para que se defiendan la familia, la vida y la libertad religiosa. Una constituyente para construir las instituciones indispensables para combatir de manera eficaz la corrupción. Una constituyente que siente las bases que permitan el desarrollo de la economía social de mercado como la única que crea riqueza, genera empleo, disminuye la pobreza y la inequidad. Una constituyente para preservar nuestras riquezas naturales y el medio ambiente y para derrotar de una vez y para siempre el narcotráfico.

Hoy para ir a una constituyente hay que pasar por el Congreso. Como el gobierno no tiene mayorías parlamentarias, esa propuesta fracasaría. En todo caso, no pareciera que el presidente Duque crea conveniente convocarla.

Sin liderazgo presidencial y sin mayorías en el Congreso, no habrá asamblea constituyente. De manera que habrá que soportar hasta ganar las elecciones presidenciales y parlamentarias del 2022.

Reconocer esa realidad, sin embargo, no puede significar entregarse a la desesperanza o a la inacción. Las mayorías que queremos la paz sin impunidad y sin privilegios para los criminales, las que queremos justicia, las que defendemos la vida y la familia, las que nos negamos a doblegarnos frente a la corrupción y el narcotráfico, hemos ganado, sin plata, sin contratos, sin burocracia, contra todos los partidos y los medios, todas las elecciones desde el 2014. Los desengaños y conejos que nos han hecho no restan una pizca de verdad a esos triunfos. Esas victorias muestran que es posible. La realidad de ahora nos exige un nuevo y mayor esfuerzo. ¡Juntos podemos!

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