Muchos historiadores debatieron por años la aparente ambivalencia que se deriva de los conceptos libertad y orden que coronan...
400 años de amor
Nací en Bogotá en 1985 y el desamor de mis padres hizo que a los 4 años de edad viniera a vivir la que considero la ciudad más linda del mundo, a pesar de todos los males que hoy le aquejan. Paradójicamente, ellos se casaron un día como hoy hace 38 años, cuando Bucaramanga cumple 400 de existencia. El destino, la vida, o las casualidades, quisieron que hoy disfrute de los amaneceres y los anocheceres en Santander, junto a los míos.
Los mejores recuerdos y mis mayores anhelos están en esta ciudad, en donde el talento y calidez humana se encuentran en cada esquina. Hemos perdido un poco de nuestra esencia, pero seguramente con el tiempo retomaremos nuestras raíces y demostraremos que la raza pujante que ha marcado la historia patria sigue vigente. Afortunadamente cada día hay más bumangueses presentes en la escena nacional, demostrando que hace mucho dejamos de ser una “provincia” y que somos protagonistas del show. Un poco de regionalismo no cae mal.
Cada calle y cada parque están rodeados de anécdotas increíbles, casi siempre desconocidas por locales y visitantes. Por ejemplo, pocos saben que: las cariátides que adornan la entrada del palacio de justicia son las mismas que presenciaron la muerte de Jorge Eliecer Gaitán y el posterior bogotaso; o que los bulevares fueron ideados por el entonces presidente del Banco de la Mutualidad, quien luego de visitar Roma se enamoró del concepto; o que el hotel Bucarica, muy al estilo catarí (por aquello del mundial de fútbol), fue construido exclusivamente para albergar a los deportistas de los juegos Panamericanos de 1948.
En Bucaramanga he crecido, reproducido y espero morir. Hace 6 años, un 23 de agosto, y en esta bella ciudad, conocí a quien guía mís días, a la luz de mis ojos, a mi hijo. Acá vive el amor de mi vida y a su lado espero estar hasta que la naturaleza nos demuestre que todo nace para morir.
Más de 37 años en esta ciudad me han enseñado que en cada esquina hay miles de espejos, que reflejan lo que quiero y lo que no quiero para los míos y para mí, eligiendo hacer sólo aquello que nos fortalezca. Me han enseñado a querer sin medida y a perdonar sin precaución.
Por eso hoy, en 400 palabras, puedo decir: yo amo a Bucaramanga, y la quiero próspera y brillante.