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Rodrigo Javier Parada
Miércoles 14 de septiembre de 2022 - 12:00 PM

Dilemas familiares

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Hace un par de días se conoció la condena que un Juez de la República impuso a la influenciadora Aida Victoria Merlano, hija y homónima de la tristemente célebre ex representante a la Cámara, y quien que dio su “salto” a la política de la mano del fallecido Roberto Gerlein, obteniendo la mayor votación del departamento del Atlántico, logrando así su curul en el Congreso de la República, la cual mantuvo hasta que se ordenó su captura por la Corte Suprema de Justicia. Esto, luego de que se acreditara que había participado en un entramado criminal dedicado a la compra de sufragios en la ciudad de Barranquilla.

Después de que la excongresista fuera capturada, protagonizó su segundo gran “salto”, el cual se dio desde el segundo piso de un consultorio odontológico en la ciudad de Bogotá y ante la mirada atónita de los transeúntes. Deslizándose sobre una cuerda, Aida (la madre) logró huir de la custodia de los guardias del Inpec, luego de haber estado en presencia de sus hijos y el profesional dental que la atendía. Infortunada o afortunadamente, existían cámaras de grabación que registraron los momentos anteriores a la salida, y en donde se ve que Aida Victoria (la hija) le entregaba sigilosamente a Aida (la madre) un celular y vigilaba que nadie estuviera observando. Por esos hechos, Aida Victoria fue procesada por la comisión de varios delitos, uno de ellos relacionado con la utilización delictiva de su hermano menor de edad. Esto es lo que hoy sabemos.

Cuando el país conoció que Aida Victoria fue capturada (por haber ayudado a su madre a huir) se suscitó un debate acerca de los límites del derecho a no incriminarse a sí mismo ni a sus familiares más cercanos. Es un derecho que la Constitución contempla y se mantiene inalterado. El problema acá es que Aida (la hija) no guardó silencio acerca de lo que su madre pretendía hacer, sino que tuvo una participación activa en el hecho. Por lo menos así se acreditó por parte de la Fiscalía. Y es acá donde el debate moral (de lo correcto o no) traspasó la barrera de la legalidad. Seguramente muchos habríamos hecho lo mismo, pero no por ello la sanción debe ser menor. Así, dura y cruel, es (y debe ser) la ley.

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