La salud de una sociedad tiene mucho que ver con la forma en que las administraciones tratan a sus ciudadanos más vulnerables, y los peatones son, indiscutiblemente, los usuarios más indefensos de nuestras calles.
A inicios del mes de mayo de este año, los medios de comunicación dieron a conocer una noticia que dejó a muchos sorprendidos: más de 120 menores de edad fueron sorprendidos en la vereda Los Cauchos del municipio de Floridablanca, consumiendo alcohol y sustancia alucinógenas, en torno a un encuentro sexual casual que denominaron “Tinder Party”. El oficial de la Policía a cargo del operativo dijo que “varios adolescentes se citaron para una fiesta de carácter sexual, con drogas como cocaína, tusi, marihuana y también botellas de alcohol”. Según se afirmó, los padres de los menores fueron requeridos por las autoridades en el marco de un proceso de restablecimiento de derechos.
El control a las actuaciones y actividades de los adolescentes es responsabilidad de varios actores del proceso pedagógico: las familias, los colegios y los entes territoriales, debemos estar atentos a apoyar a los menores a nuestro cargo, con el objetivo de proveerles de las correctas herramientas formativas. Un niño o adolescente infractor de la ley, refleja deficiencias educativas y es necesario tomar correctivos en el menor tiempo posible.
Curiosamente, todo indica que en el municipio de Floridablanca sucede algo bien particular, porque varios adultos y menores de edad, como diría mi mamá, “se pasan la norma por la faja” y hacen lo que les place. Últimamente, en los alrededores del Club Campestre, se ubica un vehículo tipo “chiva” que ofrece recorridos durante un par de horas a los menores de edad que allí se reúnen, y dentro del cual se consumen bebidas alcohólicas.
No ha habido agentes de tránsito, comisarios, policía o personal del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, que se interese en siquiera corroborar si el vehículo se encuentra en condiciones aptas para transitar con música a alto volumen. Varios fines de semana lleva la “chiva” subiendo y bajando adolescentes y adultos a lado y lado de la vía. Y mientras santo, a ninguna autoridad le preocupa lo que allí pueda suceder. Y lo que es peor, muchos padres de familia duermen plácidamente cada noche, sin saber que una curva o un accidente elemental al anochecer, podría arrebatarle lo más valioso de sus vidas: un hijo. Penoso.