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Rodrigo Javier Parada
Miércoles 08 de septiembre de 2021 - 12:00 PM

Y los ambulantes

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En un país como el nuestro, donde los índices de pobreza alcanzan niveles absolutamente alarmantes, es común ver cientos de personas en las calles buscando el sustento diario de sus familias. El Estado debería velar porque todos tengamos los medios necesarios para vivir plenamente y sin necesidad de acudir al denominado “rebusque”. Al menos esa es la filosofía de nuestra democracia.

Ponerse en los zapatos de los demás siempre será difícil, entre otras cosas, porque sólo cuándo pasamos por situaciones complejas buscamos la empatía que no dispensamos cuando en las buenas nos encontramos. Es perfectamente normal; nadie es mejor o peor por experimentar momentos de compasión. El egoísmo es natural a los seres vivos; en cambio, la generosidad, el desprendimiento en sí mismo, corresponde a un acto puramente racional y aprehendido.

Cuando se presentan tensiones entre los derechos de las personas, es necesario tomar la decisión más adecuada de acuerdo a un fin en particular. Esto es lo que los abogados llamamos “test de ponderación”. Básicamente, es poner en una especie de balanza los derechos enfrentados y decidir cuál debe ceder frente al otro y por qué razón. Hay casos sencillos, pero también hay casos que llamamos “límite”, es decir; situaciones tan complejas, que al final terminan generando insatisfacción en los no beneficiados.

Ningún padre puede siquiera plantearse la idea de llegar a casa sin el sustento de sus hijos. Muchos haríamos lo impensable por evitar que sufran. No obstante, el Estado debe tomar las medidas necesarias, en un ejercicio de ponderación, para evitar que la necesidad de unos, afecte la tranquilidad de otros. Es acá donde se hace necesario hacer un llamado a las autoridades civiles y policivas del área metropolitana. En Bucaramanga, por ejemplo, las calles son intransitables para los peatones, porque los cientos de vendedores se han apropiado del espacio público.

Eso no sería relevante (en una ciudad que ha crecido junto a la informalidad) si no fuera porque el número de vendedores ambulantes crece de la mano con quienes se adueñan del espacio público y le ponen precio a su uso. En Cabecera, por ejemplo, dicen que se alquilan los andenes para la venta de productos. Allí, los ambulantes, son los nuevos “permanentes”.

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