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Santiago Gómez
Jueves 13 de febrero de 2020 - 12:00 PM

Más acoso

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Los desarrollos recientes que llevaron a la renuncia de un docente en la UIS por las múltiples acusaciones de acoso que se le endilgan son preocupantes y merecen toda la atención de la comunidad académica. Casi 65 casos de abuso sexual o psicológico fueron atendidos por el departamento de Bienestar Universitario de dicha universidad en 2019, 22 de ellos documentados entre miembros de la comunidad académica. El diagnóstico es estremecedor.

Pero ciertos mitos han focalizado la atención en solo algunas aristas del problema, que sin duda requiere una atención y comprensión más amplia e integral. Las víctimas no son solo mujeres, las víctimas no son solo estudiantes. Los victimarios no siempre son docentes y hombres. El acoso no distingue género, ni raza, ni es exclusivo de algunos estratos. Por ello, las universidades tienen espacios, que deben ser ampliamente socializados y conocidos por toda la comunidad, en los que se pueda denunciar cualquier agresión de este tipo, con pruebas y soportes.

Las universidades deben promover espacios de confianza en los que se proteja a eventuales víctimas, respetando los derechos de los supuestos agresores.

Sin embargo, la prevención sigue siendo la mejor estrategia de control y el compromiso no debe recaer únicamente en las universidades, también en estudiantes, padres de familia y la sociedad en su conjunto. No se agrede a quien se respeta y por tanto la construcción de confianza desde el respeto a la diferencia y el reconocimiento de derechos debe ser una intención común.

Es valioso que las víctimas tengan hoy el valor de denunciar, la sociedad debe ponerse de su lado siempre que haya motivos para suponer que las denuncias son reales y están soportadas de pruebas concretas.

Las acciones que se deriven de dichos comportamientos deben ser contundentes y solo así la universidad contribuirá a la construcción de sociedades más civilizadas, honrando su misión y atendiendo lo que las civilizaciones piden de ellas.

La sociedad no puede seguir mirando a otro lado. Debemos alzar la voz contra los agresores y debemos igualmente acoger a las víctimas, mientras promovemos espacios seguros y libres de acoso.

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