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Soberbia
Todos sabemos que vamos a morir, pero no por ello dejamos de abrocharnos el cinturón de seguridad o cruzamos las calles sin mirar para los dos lados. Por eso, el cuento de que como a todos nos va a dar Covid19 se pueden seguir ampliando las excepciones al aislamiento preventivo obligatorio -ya imaginario-, resulta tan peligroso como argumentar que como todos dejaremos de existir algún día, pues para qué necesitamos médicos.
Creo que nos ha faltado un poco de humildad para aceptar y reconocer que esta enfermedad no respeta estratos sociales, edad, género, raza o creencias. Hay quienes se la dan de Bolsonaros y visto lo visto, eso no garantiza inmunidad -ni votos, para los interesados en ello-. A todos nos va a dar, pero solo si seguimos comportándonos como lo estamos haciendo.
Este país sufre de soberbia crónica, históricamente evidenciada por el menosprecio al otro de diversas y cada vez más sorprendentes maneras, muchas heredadas de un pasado violento y de imposiciones culturales no naturales. Y el otro puede ser una enfermedad, el venezolano, el negro, la mujer, el niño, el gay, el uribista, el petrista, pero también el vecino, el ciudadano que vota y elige.
Consecuencia de esta soberbia -que raya la desfachatez cuando oímos respuestas absurdas como “antes que fiscal, soy padre”, o cuando pretenden justificar una posición moral insostenible disfrazándola de tragedia familiar, o cuando quieren convencernos de que una niña de 11 años consiente que la violen siete personas armadas- es que aquí nadie renuncia. Nadie en Colombia asume responsabilidad política frente a sus equivocaciones. Funcionarios soberbios y ciudadanos ingenuos, una combinación que garantiza el fracaso de la democracia.
Los que al inicio de la pandemia esperaban que cambiáramos y nos convirtiéramos en mejores individuos, reconocedores de las vulnerabilidades y necesidades propias y ajenas, deben estar decepcionados con razón de la raza humana y de este país que se abalanzó a las calles, antes de tiempo, sin tomar las precauciones solicitadas porque el tapabocas le incomodaba.
En este país hay “parapandemias” que no se curan a punta de agua y jabón.