Venite ad me omnes qui stomacho laboratis et ego restaurabo vos (Venid a mí, hombres que tenéis el estómago cansado, y yo os restauraré). Esta fue la frase que el empresario Francés de apellido Boulanger utilizó en Paris, cuando abrió al público su pequeño negocio de comida en 1795 y del cual se origina palabra restaurante (restaurar).
Los restaurantes, más allá de buenos negocios o empresas exitosas, son lugares en donde el arte se mezcla con la cocina. A diferencia de otros sectores de la economía, los restaurantes llevan impregnada el alma de sus propietarios, pues es allí donde la creatividad y el verdadero amor por lo que se hace, se traduce en color, esencia, sabor, textura y satisfacción.
La crisis actual ha quebrado esa conexión, las alternativas dadas por el gobierno central han sido escasas para mantener viva esta pasión. No se trata solo de mantener a los restaurantes vistos como una unidad económica generadora de empleo y riqueza. No. Se deben ver desde la esfera de una historia de vida que en la mayoría de los casos, es la propia vida del propietario la que hoy sufre como padre ante un hijo que muere lentamente por una enfermedad y el Estado solo se oculta esperando su muerte.
Después de casi 5 meses, ya son 27.600 sueños que han tenido que ser apagados de los 90.000 establecimientos de comida que hay en el país. El decreto 749 de 2020 ha sido tajante frente al cierre y venta únicamente a través de comercio electrónico y entrega a domicilio, pero esta medida solo ha servido para lograr vender no más del 15% de las ventas habituales.
Solo el 7% de los propietarios de los locales han accedido a renegociar las condiciones contractuales, pues su rigidez incomprensible respaldada de la posición contractual los hace sentir fuertes, pero no saben que están cavando sus propias tumbas, pues después de desocupar un inmueble en las condiciones económicas actuales, será como cargar un muerto a las espaldas.
Agradezco a todos los que han hecho de la comida un arte y un buen momento.
