Publicidad

Sergio Rangel
Sábado 29 de febrero de 2020 - 12:00 PM

Carretera, lotería impagada

Compartir
Imprimir
Comentarios

La carretera Barrancabermeja, ( Zapatoca-Socorro) Bogotá se proyectó ( 1930) cuando apareció la necesidad de trasladar el petróleo, gasolina y asfalto, a todo el país. Esto lo he repetido tantas veces que “ya me sabe a cacho”. Es una lotería impagada. Pues esa carretera, de magnífico trazado, quedó de tierra para siempre. Escasamente tiene tres metros de ancho que era la trocha de los pequeños carrotanques de tres toneladas de la época. Hacer carreteras tiene inmensos riesgos como las guerras. Salir sin un rasguño es tener suerte. Esa “carreterita” nunca sufrió mayores daños, siempre se pudo transitar. Con excepción de la quebrada Chibiriti, que destruyó varias veces el puente, hasta que el cura Juvenal Landinez se “arrechó” con el diablo. Habló con Uribe que dió la plata y se consiguió un ingeniero, no muy pulido pero si buen calculista, de apellido Nigrinis y ahí está el puente, resistiendo avalanchas.

Ahora que el río Manco se ha salido de madre quedó Santander sin comunicación con el país. Esto ha pasado varias veces, una cuando el puente de pescadero colapsó. Vuelve entonces a tener necesidad la vía Bucaramanga-Zapatoca-Socorro.

Seguramente a muchos no les gustará lo que voy a escribir a continuación. Afortunadamente Mauricio Aguilar ganó la gobernación y nos evitó caer en manos de “Leónidas el breve”, capitán de los mamertos, que hubiese sido peor que 100 avalanchas del río Manco. Los Aguilar, mitad Águilas y mitad Gavilanes, llegaron a participar a Santander cuando el departamento ya nadie lo buscaba en el mapamundi. Los caminos plagados de asaltantes, enguerrillerados, posando de redentores de los pobres, todos esos que hicieron el caos, fueron echados por el Coronel a sombrerazos.

Pero un día por el espejo retrovisor fue visto en un “Ferrari”. No soportó ver el “Ferrari” en el garaje, y quiso darle una vuelta a la manzana. La peor ira es la de un envidioso que ve a un hombre feliz. Por el retrovisor aparecieron repitiéndose, sus mujeres, sus hijos, sus bienes. No importaba que él hubiese convertido a Pablo en “... mármol y olvido”, y otras vez a la cárcel.

A Mauricio Aguilar, le queda, como si fuese una desesperada aventura, pedirle al presidente Duque que le devuelva y riegue de asfalto esos tres metros de ancho por 80 kilómetros de largo, que el país pidió prestado a Santander. (Vía para carros livianos). Que es mucho menos que los mil kilómetros que le han regalado al Meta y Cundinamarca, mucho menos que los cientos de túneles hechos en Antioquia. Quizás con eso termine la tortura de los patios para el Coronel y se logre una nueva interpretación en esos laberintos circulares en que se mueve la ley.

Elija a Vanguardia como su fuente de información preferida en Google Noticias aquí y únase a nuestro canal de Whastapp acá.

Publicidad

Publicidad

Tendencias

Publicidad

Publicidad

Noticias del día

Publicidad