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Sergio Rangel
Viernes 15 de julio de 2022 - 12:00 PM

Cuentos Chinos

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De casualidad me reencuentro con ‘Cuentos Chinos’, libro escrito por el investigador Andrés Oppenheimer en el 2009 sobre la “mentira populista y la esperanza de América Latina.” Cuando lo leí hace varios años estaba de moda en el mundo. Pienso que ese libro debe leerse hoy, cuando América Latina ha dado un timonazo a su orientación política, buscando un cambio en el desarrollo económico. Pero aquí como dice la canción mexicana “...vuelvo y caigo en los mismos errores...”. Decía Oppenheimer, hace once años: “...La vieja izquierda y la vieja derecha latinoamericana sostienen que los próximos conflictos serán por los recursos naturales. Suena bonito”. Hoy se ha demostrado que la riqueza de las naciones yace en la producción de ideas. En cambio, Sudáfrica con sus diamantes, Arabia Saudita, Venezuela y México con su petróleo, Brasil y Argentina con su producción agrícola, todos cada día van hacia atrás. Varios de ellos con gobiernos socialistas van en reversa. Mientras que Malasia, Singapur, Taiwán, Israel y Hong Kong, países minúsculos, tienen los ingresos per cápita más grandes del mundo. El primero se convirtió en uno de los países más ricos del planeta cuando su presidente Lee Kuan concentró sus esfuerzos en la educación y convirtió al inglés en el idioma oficial. Algo increíble, las materias primas de esos países representan hoy solo el 4%, pero juntas conformaban el 30% del PIB mundial. El grueso de la economía está en los servicios (el 68%). Le apuntaron a la educación, a la ciencia y a la tecnología. Y nosotros, en el siglo XXl, dependiendo y pensando en una economía del pasado y se quiere desbaratar lo que medio sirve, como el pie de cría bufalino en tierras inundables que pasó del millón de cabezas y por primera vez invade los mercados de los pobres con leche y queso mozzarella. La ganadería hoy pudo darle utilidades al país exportando carne. Se habla de expropiar y gravar la tierra productiva, desconociendo que en el campo quedó el 10 % de su población. No solamente por la violencia. Por una razón muy sencilla. No quieren la pobreza para sus hijos, quieren para ellos educación, aprender inglés, no quieren la oscuridad ni la inseguridad y soledad del campo. Si entramos en la economía del conocimiento, las áreas agrícolas tecnificadas con ese 10% de los que se quedaron crecerán más. La ciudad y su industria del conocimiento aportará máquinas para el laboreo de la tierra, los ingenieros harán vías, silos, mejorarán semillas y tecnologías, habrá redes eléctricas, carreteras, centros de mercadeo. Hemos perdido demasiado tiempo en discutir el modelo económico a seguir y no cómo mejorar la educación (Oppenheimer).

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