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Silvia Otero
Viernes 15 de julio de 2022 - 12:00 PM

La orfandad del electorado

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Camilo Echandía en alguna ocasión dijo que en Colombia sólo había un partido político, el partido de la chequera. Décadas después, la estampida de partidos centro y derecha al bando de Petro pareciera confirmar que muy poco ha cambiado desde la Colombia de los años 30 del siglo pasado.

Algunas adhesiones sorprenden poco, ya sea por programáticas o por pragmáticas. Partidos como la Alianza Verde y Comunes tienen profundas afinidades programáticas con la agenda reformista de Petro y muchos de sus candidatos ya estaban aliados con el Pacto desde hace rato. Por pragmatismo no sorprende la posible adhesión de los liberales y de la U. El liberalismo de Cesar Gaviria lleva años blandiendo la consigna de que la “política es dinámica”. En ese exceso de dinamismo que tanto le gusta a su director pasaron de apoyar a Alejandro Gaviria a Federico Gutiérrez, luego a Rodolfo Hernández, para ahora estar ad portas de saltar a la izquierda y declararse como partido de gobierno. La U, al final de todo, lleva varios ciclos electorales siendo partido de gobierno. Uribistas cuando Uribe, Santistas cuando Santos y ahora Petristas cuando Petro. Cuando el pragmatismo es la esencia, la adhesión no sorprende.

Pero causa más sorpresa la postura conservadora, que parece más afanada por no perder el acceso a los puestos con los que los ejecutivos de los últimos 20 años los han consentido que por ser por lo menos un poco consecuentes programáticamente. El partido conservador se ha acostumbrado a ganar perdiendo, pues ya ni siquiera fingen tener vocación de poder. Así, a pesar de haber apoyado la agenda programática del uribismo por tantos años, saltan sin ruborizarse al lado contrario.

Todas estas acomodaciones pueden ser muy provechosas para Petro, pero son un tiro al pie para el sistema político. La sensación imperante de los diez millones de personas que votaron en contra de Petro es de orfandad pues se quedaron sin representación. No olvidemos que para una gran mayoría de este grupo el Centro Democrático, único partido declarado en oposición, no los representa. Por eso le ganó Rodolfo a Fico en primer lugar.

Esos siete u ocho millones de votantes no petristas y no uribistas no van a desaparecer, puesto que en política no existe la aritmética ni la sustracción de materia. Y por eso sorprende la falta de capacidad de los líderes de esos partidos de leer la gravedad del clima político actual. Las dos opciones populistas y anti-establecimiento que ganaron las elecciones están rechazando ese exceso de pragmatismo y dinámica. Es tal la desconexión, que, ante todas las evidencias de hastío del electorado con la clase política, la primera reacción de los partidos sea profundizar dicho hastío. Al abandonar a sus votantes potenciales, los partidos del centro a la derecha de hecho les dan la razón. En realidad todos los partidos sí son lo mismo y no sirven para nada y en la siguiente ronda electoral tendrán aún más razones y furia contra ellos.

En esa oportunidad es probable que el populismo que los aglutine no sea tan divertido y popular como el de Rodolfo sino uno mucho más peligroso y anti institucional a lo Bolsonaro. Los partidos de la derecha, y el mismo Rodolfo, han dejado todo el espacio político y un exceso de oxígeno para organizar una oposición muy radical, muy populista, profundamente reaccionaria. Lo que ni Cesar Gaviria, ni las directivas del partido Conservador, ni Dilian Francisca Toro han visto, lo tiene claro María Fernanda Cabal.

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