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Simón José Ortiz
Jueves 30 de marzo de 2023 - 12:00 PM

Bucaramanga, la ciudad bobita

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Uno los ve por la ciudad posando de respetables pero, en el fondo, no producen sino vergüenza, pena y risa. Son los políticos y mandatarios de Santander que durante los últimos quince o veinte años se han enquistado en todos los cargos de poder imaginables. Se roban los recursos públicos o los usan para perpetuarse, que es casi lo mismo, porque una vez que cumplen su mandato hacen elegir con esa plata a sus familiares y títeres. Van con ropa cara y diseños de sonrisa, manejan carros de lujo y, cómo no, viven en mansiones lobísimas, si es en Ruitoque mejor. Pero todo eso más que darles dignidad los revela: son vulgares ladrones a los que nunca les va a alcanzar el dinero y el poder para esconder su naturaleza, una naturaleza que solo la virtud, la inteligencia, el buen gusto y la vocación de servicio podrían enderezar.

Así los hemos visto adueñarse de la gobernación y de muchas alcaldías, de los organismos regionales de control, de las corporaciones, etc., impidiendo que las instituciones cumplan sus funciones naturales y estancando en el subdesarrollo a un departamento que estaba llamando a liderar el país hace algunas décadas pero que, de un tiempo para acá, se estancó y perdió el impulso industrial y la dignidad política.

Y sumado a esas sanguijuelas volteadoras de tierras, miembros de clanes familiares e impostores de la peor ralea, Bucaramanga se tiene que aguantar ahora a un alcalde empecinado en destruir uno de los oasis culturales que la ciudad había creado con esfuerzo, esto es, el Teatro Santander. Hace un año o poco más la oferta cultural ponía a Bucaramanga en la vanguardia del país gracias a un equipo creativo y admirable. Daba gusto ver cómo cada semana se presentaban producciones innovadoras, potentes, originales, de esas que cambian la mirada de las personas y el carácter de la ciudad. Hoy, por culpa del alcalde Juan Carlos Cárdenas, el teatro no puede ofrecer casi nada porque básicamente decidió desfinanciarlo, olvidando que ese dinero que recibía el teatro no era de él sino nuestro. Y si no lo detienen, lo va a convertir en un centro de ferias para aguardienteros, como dicen que le gusta a él la fiesta y la celebración. Otro rey Midas invertido: todo lo que toca lo convierte en mugre.

simon.ortizp@gmail.com

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