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Simón José Ortiz
Jueves 08 de diciembre de 2022 - 12:00 PM

Descuadrada y picha

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Rumba ahí hay desde hace veinte años (aunque se incrementó hace diez) y el que no ha hecho bien las cosas de entrada es el Municipio. Las distintas administraciones han perdido la oportunidad de liderar transformaciones positivas en un espacio neurálgico de la ciudad y a falta de un plan estratégico lo que han hecho los gobernantes de turno ha sido controlar la zona superficialmente y solo de vez en cuando. Pero ya son dos décadas de pañitos tibios y es natural que hoy casi todo vaya mal.

Encontrar semejante caos en el corazón de Cabecera, especialmente por los antros que en plena calle 48 ponen su música a todo volumen mientras que los vendedores ambulantes y los borrachos pueblan las aceras es un espectáculo lamentable. Y lo es porque se trata de una zona que sigue siendo residencial pero también porque la misma calle 48 es una de las pocas entradas al barrio para los residentes de la parte alta. Con toda razón se quejan quienes, para llegar a sus casas, tienen que atravesar esa marea estruendosa y en muchas ocasiones violenta. Ahora bien, no hay que olvidar que, de otro lado, se trata de uno de los lugares donde según las normas es posible abrir este tipo de establecimientos, que emplean aproximadamente a 900 personas. Y del mismo modo, no se puede perder de vista que en medio de la rumba insana hay un par de establecimientos que, a diferencia de la mayoría, intentan ofrecer eventos culturales con legalidad.

¿Con este estado de cosas, qué hacer? Lo primero sería solucionar inmediatamente la petición de la comunidad en relación con la contaminación auditiva y con el tema de las basuras.

Lo segundo es solucionar el problema de la seguridad pero no solo con policía sino con gestores de convivencia que estén ahí el tiempo que haga falta. Se trata de un lugar de rumba masiva –es una realidad–, y desde la administración tienen que asumirlo como tal con enfoques masivos y duraderos.

Y en tercer lugar hay que hacer lo que se hace en todo conflicto que quiere ser verdaderamente solucionado: las partes tienen que escucharse. Los encargados de la cultura en el municipio deben liderar los diálogos porque, justamente, se trata de un problema cultural, aunque en este caso por sustracción de materia.

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