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Simón José Ortiz
Jueves 02 de marzo de 2023 - 12:00 PM

Insólito y maravilloso, parte II

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Con los cardenales polícromos estamos ante algo asombroso y bello que, por permanecer inexplicado todavía, resulta aún más cautivante. Aunque hay varias hipótesis, ninguna de ellas ha recibido la aceptación general de la comunidad científica, principalmente porque hasta ahora ha faltado algo esencial: la captura de uno de estos especímenes misteriosos. De nada vale capturar a un cardenal que no cambia de color, se necesita examinar al cardenal milagroso que sí lo hace.

A raíz de mi columna anterior, por intermedio de un amigo hablé con la profesora Paula Junge, de Minas Gerais. Ella, que ha seguido de cerca este fenómeno, me hizo saber que los trabajos de Francis O’Donnell (2023) eran los más iluminadores porque recogían todas las hipótesis planteadas hasta ahora. Ayer los recibí y tengo que aceptar que le hacen justicia, por su originalidad y rigurosidad, a un hecho de tal magnitud.

Una de las hipótesis que más llaman la atención es la de que algunos cardenales (o todos, pero con efectos visibles en muy pocos) están alimentándose de un insecto que les proporciona porfirinas y psitacofulvinas que los hacen modificar su color rápidamente. Ahora bien, lo más curioso de todo es que este insecto sería el mismo que algunos indígenas suramericanos han usado ancestralmente como alucinógeno.

Esta hipótesis sigue la línea de un artículo publicado por E.B. Britton en Irlanda, que resultó novedoso por cuanto se creía que los alucinógenos usados por humanos provenían solo de plantas y hongos y, excepcionalmente, de un animal: el sapo de Sonora. Lo que se habría empezado a reconocer desde entonces es que también había insectos que, ingeridos en contextos rituales, tenían efectos alucinógenos potentes.

Otra hipótesis llamativa es la de una modificación en el plumaje, en virtud del cual estos pájaros pasaron a tener unas nanoestructuras específicas en las barbas de las plumas. Estas nanoestructuras actuarían como prismas y serían similares a las de los colibríes. Con sus nuevos plumajes los cardenales estarían modificando las propiedades de la luz al refractarla o dispersarla, de modo que su apariencia variaría según el ángulo de visión.

Borges recuerda en El Aleph que para significar a la divinidad un persa habló de un pájaro que era todos los pájaros. No deja de ser hermoso saber que, de bosque en bosque y de río en río, ese pájaro venerable se encuentra volando ahora por nuestra América.

simon.ortizp@gmail.com

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