Jung Chang (Yibin, China, 1952-), publicó la biografía “Cixí, la Emperatriz. La concubina que creó la China moderna” (Taurus) que revela una figura fascinante de China, protagonista de la historia mundial de finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Cixí, iletrada, llegó al palacio del Emperador manchú Xianfeng como una de sus concubinas a los 16 años y se convirtió en la regente de China durante cerca de 40 años, gobernando a nombre de sus hijos y protegidos, ya que por ser mujer no podía tener titularidad.
Los británicos, vieron a los chinos adictos al opio como un botín, los japoneses querían una supremacía “amarilla” y Alemania y Rusia entre otros le arrebataron territorios. Todos empeñaron al país de Cixí por varias décadas para pagar las aventuras bélicas de sus enemigos.
Hay que tener en cuenta que China estaba regentado en ese tiempo por una dinastía, la Qing, que a la muerte de Cixí había permanecido 268 años en el poder, de los más de 2 mil años de monarquías absolutas.
La grandeza de Cixí, de quien la autora dice se habló mal durante cerca de 100 años, se está reconociendo ahora porque fue la que comenzó la revolución que llevó a China de la Edad Media a la Modernidad, cuando tenía más de 400 millones de habitantes, el 99% analfabetas.
Hizo construir los ferrocarriles, llevó la electricidad, la sanidad pública, comenzó a cambiar el sistema de educación basado en textos sagrados introduciendo materias de ciencias básicas, cambió costumbres arcaicas como la de vendar los pies a las mujeres (lo que les provocaba daños irreparables en sus dedos), entre muchos otros cambios y pocos meses antes de morir, anunció su propósito de establecer la monarquía constitucional y abandonar la monarquía absoluta.
De ella dijeron integrantes de delegaciones europeas, que pudieron llegar a China a finales del siglo XIX: C’est le seul homme de la Chine” (Es el único hombre en China); “El reinado de la emperatriz viuda fue el más brillante de la historia del imperio”.
Cada cierto tiempo, nacen mujeres así.
