Luego de tres administraciones, una que lo proyectó, la de Fernando Vargas; una que lo diseñó y contrató, la de Luis Francisco...
Los nietos del general (la ética pública)
Iván (57 años) y Samuel (59 años) Moreno Rojas, lo tenían todo. Formación académica (médico Iván y abogado Samuel), reconocimiento y poder político (senadores, alcaldes) y una historia familiar precedida por su abuelo, el dictador Gustavo Rojas Pinilla (1954-1957), algo que no impidió que uno de ellos, Iván, llegara a ser considerado hasta presidenciable en la primera década del presente siglo. Su madre, María Eugenia, llegó a manejar los proyectos sociales más grandes que tuvo el país en el gobierno de Belisario Betancur, hay quienes todavía la veneran por darles casa.
En el camino algo salió mal. Erradas decisiones, tal vez. Iván fue condenado a 14 años de prisión y su hermano Samuel a 34 años, por delitos como concierto para delinquir, tráfico de influencias, exigir sobornos a cambio de entregar contratos, enriquecimiento ilícito en favor de particulares, entre otras violaciones a las normas colombianas.
De lo que se le acusa a Iván Moreno (ex alcalde de Bucaramanga 2001-2003) es de cometer, de la mano de su hermano Samuel -cuando este fue alcalde de Bogotá (2008-2011)- en condición de senador, un listado de delitos para enriquecerse y enriquecer a particulares con la entrega de contratos a dedo.
El ex alcalde de Bogotá no será recordado por hechos como haber disminuido la pobreza en la capital durante su mandato, de 538 mil a 279 mil hogares, o de alcanzar la gratuidad educativa completa, que lo hizo, sino por desviar el servicio público hacia sus propios intereses y el de terceros (los Nule y otros).
La ética, aquella reflexión humana en libertad que nos lleva a elegir lo que conviene o no, está extraviada. Dice la filósofa Adela Cortina que erigir una ética civil pasa por establecer la justa medida de la justicia (así suene redundante).
¿En qué momento se tuerce el rumbo? Se supone que hacer lo justo, lo correcto, es más fácil. Pero la ambición por tener, por llegar más rápido, por acaparar, enloquece hasta al más bendecido por la fortuna. El mundo gira, dice Cortina, hacia un anarquismo ético, donde no hay referentes, o no se usan los existentes.