Les confesaré algo: Escribir para denunciar a los clanes regionales, a las organizaciones ilegales y a los gobernantes corruptos, es sencillo porque lo hago sin anestesia. Pero ésta puede ser la columna más difícil de las 225 que escribí. Cierro uno de los más excitantes capítulos de mi vida como columnista para Vanguardia ¿La razón? Un llamado de mi tierra, mi Socorro del alma, para aspirar a ser su alcalde.
Seguiré con el periodismo de opinión, pero desde mis propios espacios y en paralelo con las acciones políticas desde lo público. Durante años he ejercido un control a las administraciones pero llegué a la sensación de que el cáncer de la corrupción está haciendo metástasis y por eso con un grupo de ciudadanos de las más altas calidades, pretenderemos inocularnos en ese cuerpo invadido por la enfermedad para derrotarla desde adentro. Ahora espero llegar al poder y, sin remilgos, ser el vigilado por una ciudadanía activa y propositiva.
Ganaremos, pero me prometí no obsesionarme con ganar porque cuando esa es la obsesión, se hace lo que sea por ganar. Por el contrario, me obsesiona convertir a mi Socorro en el epicentro de la resignificación de la política en Colombia. Casi nada, pero si nos metemos a esto es para hacer las cosas diferentes, desde la provincia, con innovación en la gestión y con visión en el futuro. Nos enfrentaremos a campañas de mil millones y por ello, la austeridad en la nuestra no es una condición de pobreza financiera, sino una decisión de riqueza moral.
En un entorno de corrupción, ser los diferentes, es una ‘anomalía’ en el sistema. Seremos felices siendo esos ‘raros’ que asustan a los corruptos y que alientan un estertor de esperanza en los defraudados de siempre y en los abstencionistas tradicionales.
Nos corresponde a los ciudadanos en todo el país, a algunos al menos, buscar arrebatar el poder a los traficantes del clientelismo, aunque eso pueda en el camino costarnos la vida, pero la vida no es una secuencia cronológica de hechos, sino el tránsito con sabiduría, humildad, resistencia y coherencia hacia la felicidad como destino.
Gracias al Director, todo el talento humano de Vanguardia y, sobre todo, y más importante, a los lectores por haberme tolerado estos años y nutrido con sus ideas y denuncias. No hicimos 225 columnas para ganar medallas, sino para recibir el premio de poder servir. Hasta pronto.