La planeación en las obras de ingeniería
Hace algunas semanas el columnista de Vanguardia Liberal, Eduardo Parra, puso el dedo en la llaga al analizar uno de los problemas de la administración pública que más rechazo genera entre la ciudadanía: los desatinos cometidos en la planeación y ejecución de muchas obras públicas; son de tal dimensión que pareciera que en ellos no hubiera aquella. Cita tres ejemplos impactantes: la presa de Tona que construyó el acueducto de Bucaramanga, el puente Hisgaura, el acueducto de Los Santos. Y ponemos de presente otro caso más: el acueducto de Barichara. Son solo cuatro casos entre miles que encontrará quien haga ‘un barrido’ por los más de mil municipios que tiene el país.
Ellos son ejemplo de lo que no debe ser la planeación de obras de ingeniería y ponen en evidencia que en Colombia nos atrae más el hacer bochinche mediático en torno a anomalías que resaltan, que en tomar correctivos sobre el por qué se incurre frecuentemente en irregularidades al hacer obras públicas. El asunto tiene que detener la mirada en cómo se está preparando a los estudiantes en los cientos de universidades que hay en Colombia, ya estudien ingeniería, o Gobierno, Administración Pública, Economía, Derecho, o carreras afines.
A los programas académicos de pregrado de tales carreras es necesario incluirles varias asignaturas de ética, no como materia “costura”, sino en forma intensiva pues estamos fallando mucho en ese campo. No hay conciencia de qué no es ético.
El caso del puente Hisgaura es emblemático. Quien vaya por carretera hasta el lugar donde él fue construido, se percatará que se hizo en una trocha; una obra de tal magnitud no era necesaria allí, ha podido ser un puente menos pretencioso, mejor construido, más eficaz y ser parte de una vía debidamente pavimentada que realmente comunique a la provincia de García Rovira con el resto del departamento. Ilusamente algunos consideran que tal puente atraerá al turismo. Con respeto debe decirse que no sería destino turístico en ninguna parte del mundo.
Debe haber más racionalidad al escoger proyectos, más ética en quienes en nombre del Estado toman tales decisiones y verdadera planeación en cada obra que se ejecuta. No necesitamos ingeniería de lo insólito, sino tino y ética en cada obra que se ejecute.