La descentralización y el caso de Cartagena
La Constitución de 1886 impuso para Colombia un modelo de Estado centralista que rigió durante 105 años. En tal período, fue muy criticado el excesivo centralismo que imperó y el que todo debía pasar por el cedazo y la aprobación de Bogotá. Para democratizar la vida pública de las regiones, mejorar las condiciones y calidad de vida de quienes habitan en los distintos territorios de nuestra geografía, se diseñó e implantó la descentralización, esperándose que fuera de hondas repercusiones sociales y económicas, que arrinconara a la politiquería, abriera las puertas a la transparencia en la inversión de dineros públicos y enfocara las políticas sociales hacia los sectores de la población más necesitados. Y se incrementaron los ingresos de cada entidad territorial.
Pero los hechos y el tiempo han demostrado que una cosa se planeó y otra, distinta, ha sido la realidad.
Las administraciones municipales y departamentales en todo el país, en alta proporción, han sido tomadas no por sectores impulsores del desarrollo y progreso de cada región, sino por mañosas “roscas” politiqueras, que viven de manipular elecciones y de que cada municipio y departamento sea un feudo, donde mantener la corrupción y los vicios electorales sean la misión de cada alcalde, gobernador, concejal, diputado y congresista.
El caso más emblemático es el de la alcaldía de Cartagena. Allí han desfilado 11 alcaldes en los últimos 6 años y todos han generado profundas críticas, rechazo e indignación, pero, pese a ello, cada vez que hay elecciones, los “caciques electorales” triunfan y someten a dicha ciudad a seguir entre el barro.
Acaba el Presidente de designar a otra persona para que administre tal ciudad por lo que queda del período de los actuales alcaldes y puso en cabeza de la Vicepresidencia la vigilancia de dicha administración, pero hay escepticismo por el perfil de los “padrinos” políticos del nuevo alcalde y por lo que este representa en el espectro político de tal ciudad.
Lo amargo es que seguramente dentro de un año, cuando haya nuevas elecciones regionales, campee nuevamente el cacicazgo electoral y todo siga como ha ocurrido a lo largo de las últimas décadas. Colombia, desafortunadamente, no ha sido tierra fértil para la descentralización y democratización de la vida pública regional.