Abdón Espinosa Valderrama, un hombre fundamental
Desde muy joven exhibió dotes de inteligencia superior, que supo demostrar en el rigor con que asumió sus estudios universitarios, y en el arrojo con que emprendía las ejecutorias que se le colocaban en el camino de su vida profesional: abogado de la Universidad Nacional, también realizó estudios de economía y la combinación de esas dos disciplinas lo hicieron destacarse con deslumbramientos, atributos a los que sumaba su entereza y su carácter, circunstancias que le permitían hablar con una enorme convicción y capacidad argumentativa. Después de su grado se vinculó en su primera experiencia pública como secretario de Hacienda de Santander, y no solo organizó sus finanzas, sino que estudió a fondo la problemática de la región hasta convertirse en uno de los grandes artífices de la dimensión de su desarrollo: pensó en acercar a Barrancabermeja; en estimular la producción y la refinación del petróleo, en un nuevo aeropuerto para Bucaramanga; en transformar la conectividad vial; en impulsar la industria; en repotenciar los servicios de salud y en estimular la educación universitaria. Fue un pensador que pensaba en grande, y un trabajador que trabajaba por lo grande. Siempre que hablaba de Santander se le iluminaban los ojos y le brotaba su deseo de impulsar iniciativas: Prosantander fue un escenario para luchar por los intereses regionales, al cual vinculó sobresalientes elementos. Pero en el orden nacional llegó a convertirse en una de las más autorizadas voces que a la hora de hablar de economía, resultaba ser insustituible su criterio: le correspondió ser el jefe de la cartera de Hacienda durante del gobierno de Carlos Lleras, y luchando contra una oposición política atroz, logró imponer el ordenamiento que permitió la recuperación económica en esa difícil etapa de la vida nacional, al cual además le abonó el diseño del Decreto 444 sobre control cambiario, que se convirtió no solo en modelo en el continente, sino en el mundo. De ahí en adelante Abdón Espinosa se constituyó en un oráculo para los economistas, porque su permanente disposición para el análisis lo señalaban como experimentada y mesurada autoridad a la hora de tomar grandes decisiones. Ésta la razón por la cual Alfonso López Michelsen tuvo que llamarlo de nuevo para ocupar el ministerio de Hacienda, cuando su gobierno requirió de un hombre experimentado para señalar las políticas del país. Fue también periodista y uno de los elementos de confianza de Eduardo Santos, quien lo vinculó a El Tiempo como subdirector, gerente y después accionista. Allí mantuvo una columna de opinión, esperada semanalmente por todos aquellos estudiosos de la economía. A Vanguardia Liberal estuvo vinculado de manera muy estrecha, no solo por cercanía con la familia Galvis, sino porque aquí también fue columnista, y en muchas ocasiones se le consultaba sobre aspectos de la vida nacional. Fue casi un siglo de existencia el que acompañó a ese gran hombre que hoy se ha ido: su recuerdo estará condensado en el ejemplo que dio a través de sus actos vitales y que lo convirtieron en una de las mentalidades más brillantes de Colombia.