Cabecera exige compromisos reales de las autoridades para controlar el sector
De poco han valido los insistentes llamados que han hecho los residentes en toda el área de Cabecera y que Vanguardia ha difundido reiteradamente, para que las autoridades entiendan que la situación se ha vuelto desesperante para esas familias. Salvo algunos operativos puntuales con mínimos resultados que en poco o nada van a cambiar las cosas, no se ha visto que la administración esté dando un tratamiento ni una solución de fondo a una problemática cada día más compleja, con variables cada vez más conflictivas.
Visto en retrospectiva, desde finales de la década de los 80 comenzaron a operar en Cabecera unos cuantos negocios nocturnos, como discotecas y tabernas que, desde entonces, constituyeron motivo de inquietud en quienes residían allí.
Las autoridades de entonces no entendieron el efecto que estas primeras señales tendrían y al amparo de la displicencia oficial. Los negocios se multiplicaron y las que fueron las residencias de un apacible barrio de estrato alto se convirtieron de día en una permanente feria de invasivas ventas ambulantes y, de noche, en un verdadero foco de ruido, riñas, tráfico, inseguridad y varias clases de conductas indeseables en el sector.
Y mientras el desorden aumenta y el problema se profundiza, los vecinos del lugar se sienten cada vez menos representados por la administración o por la autoridad policial, porque les parece que las pocas medidas que se toman buscan bajar la presión que ejercen los residentes, en lugar de ejercer el verdadero y permanente control que les permita tomar medidas mucho más serias y, en algunos casos, definitivas, en negocios que persisten en hacerle forzados quites a las leyes o directamente desconocerlas por completo.
Nos consta la situación y nos constan las insistentes quejas de los residentes en Cabecera del Llano, Sotomayor, Antiguo Campestre, Bolarquí, Las Mercedes, Puerta del Sol, Conucos, El Jardín, Pan de Azúcar, Los Cedros, Terrazas y La Floresta, barrios todos que tienen que soportar los distintos efectos nocivos de la permisividad de las autoridades en los alrededores de sus residencias.
Ha sido el desinterés de las pasadas administraciones lo que nos ha traído a esta situación insostenible que, a pesar de esto, sigue recibiendo una atención esporádica y de efectos mínimos, mientras se ve más evidente que si no surge un liderazgo real que ordene cuanto antes la situación en Cabecera, este sector de la ciudad perderá cada vez más valor e importancia para la ciudad.