El respeto, la atención y la protección a la infancia son indicativos del grado de desarrollo de una sociedad. En países avanzados los derechos de los niños no solo se cumplen estricta y totalmente, sino que a ellos se le suman gran cantidad de medidas que aseguren que los pequeños crezcan en las mejores condiciones posibles y que su integridad física, mental, intelectual sea la mejor una vez alcancen su mayoría de edad.
Por el contrario, el grado de violencia, abandono y desprecio por los niños nos indican el atraso de otras sociedades en las que los menores son vistos simplemente como seres inferiores y útiles para satisfacer toda clase de necesidades de los adultos que los irrespetan, los explotan laboralmente y hasta los esclavizan de muchas maneras. Atacar de cualquier manera a un niño es siempre una conducta repugnante, inaceptable. El hombre que acaba de ser detenido en Bucaramanga por llevar al Programa de Alimentación Escolar, PAE, carne de burro y caballo, en pésimas condiciones higiénicas y, además, artificialmente alterada para asimilarla en tono y color a la carne fresca de res, merece, de comprobarse plenamente sus delitos, la máxima pena posible.
Solo un desprecio absoluto por los niños lleva a una persona a semejante conducta y solo una sociedad que no tiene a los niños como sujetos de especial protección puede producir esta clase de delincuentes, capaz de llevar carne en estas condiciones a la mesa de los niños con mayores necesidades alimentarias, con desnutrición en muchos casos, que tienen, gran cantidad de estos, en la alimentación de su colegio la única alternativa de comida completa durante el día. Es un hecho que nos avergüenza a nivel nacional y que confirma, una vez más, el foco de corrupción de toda índole en que desde el primer momento se convirtió este programa de alimentación escolar en el país.
Como medio, como santandereanos y como defensores y promotores de los derechos y la dignidad de los niños, las niñas y los adolescentes, expresamos nuestro repudio por el hecho y pedimos a las autoridades que se determine quiénes formaron parte de esta cadena macabra de negociación, adulteración, transporte y distribución del peligroso alimento, para que los culpables sean castigados con todo el rigor y sirvan estas penas como ejemplo para una comunidad que debe concientizarse de la vulnerabilidad, pero también del valor inmenso que los niños representan para el futuro de toda la sociedad.