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Jueves 26 de enero de 2017 - 12:00 PM

Editorial: Dónde quedó la lógica

A una administración no se le puede pedir que acierte en cada una de las decisiones que toma, pero también es cierto que poco aporta la arrogancia al buen gobierno; lo que esperan en Bucaramanga es que cuando una equivocación se produce, la rectificación se haga con entereza y con prontitud.

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Editorial: ¿Dónde quedó la lógica? (Foto: FABIÁN HERNÁNDEZ/VANGUARDIA LIBERAL)
Editorial: ¿Dónde quedó la lógica? (Foto: FABIÁN HERNÁNDEZ/VANGUARDIA LIBERAL)

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Editorial: ¿Dónde quedó la lógica? (Foto: FABIÁN HERNÁNDEZ/VANGUARDIA LIBERAL)

No cabe duda de que la nueva propuesta de pico y placa para el centro de la ciudad ha puesto a prueba la verdadera capacidad de la administración municipal para, entre otras cosas, ejercer el gobierno de Bucaramanga.

En primer lugar, se hizo evidente, por la propuesta en sí y por declaraciones de decenas de comerciantes y residentes del centro, que la medida no fue estudiada con ellos, no se trabajó en conjunto y tampoco fue presentada con anticipación a su entrada en vigencia. Esto hizo que sonara impositiva y de tal forma ganara la oposición de quienes se sintieron negativamente afectados con la medida.

En segundo lugar, si hubo estudio del diseño del nuevo pico y placa, este se ve muy deficiente, no solamente porque causó un efecto de absoluto rechazo entre quienes dependen del centro para obtener su sustento diario, sino porque fácilmente se deduce que pasó por alto o subestimó variables cruciales en la toma de esta decisión, en tanto provocó una movilización de comerciantes que se dio sin motivaciones de índole personal o política, lo que indica que ciertamente es una población que se salió fuertemente perjudicada por la medida.

En efecto, los legítimos representantes de los gremios han certificado una caída del 60% de las ventas en el primer día y del 70% en el segundo día de la restricción en el centro de la ciudad, circunstancia esta que es imposible de sostener en el tiempo, a menos que no importe castigar de manera definitiva a miles de familias que derivan su sustento de sus actividades laborales o comerciales en este sector.

Tampoco se entiende fácilmente que el gobierno de la ciudad desconozca la actividad que históricamente ha sido la que ha movido nuestra economía y que motiva el orgullo de muchos santandereanos, como lo es el comercio, cuyo corazón sigue siendo, hoy como antes, el centro de la ciudad. A la medida le faltó, en pocas palabras, mucha lógica.

A una administración no se le puede pedir que acierte en cada una de las decisiones que toma, pero también es cierto que poco aporta la arrogancia al buen gobierno; lo que esperan los ciudadanos es que cuando una equivocación se produce, la rectificación se haga con entereza, con grandeza y también con prontitud, antes de que el daño que pueda causarse avive otras fuerzas y conduzca a situaciones mucho menos deseables.

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Publicado por REDACCIÓN EDITORIAL

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