lunes 20 de noviembre de 2023 - 12:00 AM

Editorial

El debate de las ciclorrutas en Bucaramanga

Si las cosas se hubieran hecho bien desde el principio, sin imposiciones, sin soberbia, sin desconocer las observaciones justificadas de los vecinos de las ciclorrutas, la ciudadanía hoy estaría defendiéndolas y no destruyéndolas

Sin haber pisado su despacho en la alcaldía, en los últimos días Jaime Andrés Beltrán ha estado pisando un campo minado, al menos, minado de críticas en varios de los programas que ha promovido, como candidato, primero, y ahora como próximo mandatario de los bumangueses. Desde la semana pasada, la polémica ha girado sobre su decisión en el sentido de acudir a las instancias judiciales con el propósito de eliminar las ciclorrutas que hoy operan en las principales arterias de Bucaramanga y redirigir su trazado hacia algunas de las vías alternas de la ciudad.

La declaración del alcalde provocó de inmediato algunas reacciones en tono alto, que rechazan con poco margen de discusión, dicha sea la verdad, la iniciativa de Beltrán y, de paso, lo señalan como enemigo de los modos alternativos de transporte, lo que, de paso, implica ser contrario a las políticas medioambientales, entre otras cosas. El entrante mandatario, por su parte, ha rechazado estos señalamientos, refutándolos frontalmente y sosteniendo, como parte de las justificaciones a su idea, que mientras sigan faltando las grandes obras de infraestructura vial que reclama la ciudad, no se debe disponer de esta manera de las vías principales.

En medio de lo agitado del debate público en que derivó este asunto, hay que reconocer que en la administración de Rodolfo Hernández, el proyecto de estas ciclorrutas no fue precisamente el más querido por los ciudadanos, porque no se hizo con la socialización amplia, transparente y oportuna que se requería y esta fue una de las razones por las que lo que se planteó como una muy amigable solución al problema del tráfico, terminó siendo una obra que buen aparte de la comunidad reprobó y rechazó en varios de sus tramos, incluso airadamente tanto mientras se construyó lenta y azarosamente, como después de que se dio al servicio.

Si las cosas se hubieran hecho bien desde el principio, sin imposiciones, sin soberbia, sin desconocer las observaciones justificadas de los vecinos de las ciclorrutas, la ciudadanía hoy estaría defendiéndolas y no destruyéndolas, como pasó hace unos meses en la calle 55, en el sector del centro. Por esto es clave que el electo alcalde Beltrán entienda que esta clase de obras, tan sensibles para la comunidad, no deben ni hacerse, ni retirarse a capricho del gobernante de turno, sino que cualquier decisión al respecto debe responder a estudios serios y amplia concertación con la comunidad, porque, de lo contrario, la ciudad va a quedarse con el conflicto social y sin los recursos invertidos.

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