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Editorial
Jueves 15 de agosto de 2019 - 12:00 PM

El drama del Catatumbo

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El Catatumbo fue dotado por la naturaleza de todo lo necesario para que su territorio fuera una bendición pero los seres humanos y las circunstancias geográficas, políticas, económicas y sociales en que estos se debaten en nuestros días, lograron que fuera tierra fértil para una tormenta perfecta que ha acabado con todo lo que encuentra a su paso. Por eso allí la extraordinaria calidad de la tierra para la agricultura, el petróleo, el oro, el carbón que en su seno hay, el gran número de corrientes de agua que atraviesan su superficie, han quedado relegados ante el drama que vive su población civil, los abusos que contra ella se producen cuotidianamente, los secuestros, extorsiones, asesinatos, desapariciones, actos de violencia sexual, el desplazamiento forzado, el reclutamiento de menores por los actores armados del conflicto, la persecución y homicidio de líderes sociales, líderes comunitarios y defensores de los derechos humanos, sumandos que han vuelto a tal zona escenario de una cruenta guerra sin cuartel en la que no se sabe quién es quién en los 11 municipios que lo conforman, en la línea de frontera binacional que lo cruza, en sus campos; allí unos ofician de victimarios, muchos de víctimas y cerca de 25 mil venezolanos son migrantes atrapados en el ojo de tal huracán.

El Catatumbo es claro ejemplo de que en Colombia hay más territorio que Estado y que éste ha sido incapaz de proteger efectivamente los derechos de la población civil, no ha logrado que la Justicia, las entidades del sector salud, etc., hagan sólida y eficaz presencia para que las gentes que allí viven puedan construir un tejido social fuerte, que logre ser muro de contención ante la arremetida de los violentos.

En el Catatumbo el Estado en las últimas décadas ha hecho diversos intentos de actuar pero no ha logrado tener continuidad en su tarea, ni echar raíces para que los violentos sean metidos en cintura.

Ante la incapacidad del Estado de cumplir eficazmente su tarea, de garantizar a sus pobladores la vida, sosiego y el goce pacífico de sus bienes, todo tipo de maleantes han vuelto tal región tierra sin Dios ni Ley, reino de narcocultivos, escenario de su guerra atípica y el aparato judicial estatal ha sido rey de burlas de los violentos.

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