El Eln y su constante daño al medio ambiente
El pasado 13 de abril, cuando el país iniciaba el descanso de Semana Santa, el Ejército de Liberación Nacional, Eln, atacó, una vez más, el oleoducto Caño Limón-Coveñas, en la región del Catatumbo, Norte de Santander. Como consecuencia, uno de los lugares más importantes de Tibú y atractivo turístico por excelencia, se inundó de petróleo. Pozo Azul, una piscina natural de increíble belleza, alimentada de varias cascadas, vio cómo sus aguas transparentes se tiñeron de negro, por cuenta del crudo que avanzó por el río Tibucito y llegó a este paraíso natural.
Para evitar que la población se afectara, debió cerrarse la bocatoma del acueducto que surte de agua a Tibú. Además, 120 personas debieron desplazarse al lugar para controlar la mancha de crudo y evitar un mayor desplazamiento del petróleo. Cientos de especies animales y vegetales se vieron afectadas.
Este atentado es el número 30 que realiza el Eln en lo que va corrido del año en el país, 10 de estos dirigidos contra el oleoducto Caño Limón-Coveñas.
Según ha informado Ecopetrol, los departamentos más afectados por la acción de esta guerrilla son Norte de Santander, Arauca, Nariño y Putumayo, donde además del daño a la infraestructura se han contaminado de manera directa fuentes hídricas, muchas de ellas cuerpos de agua que alimentan acueductos municipales. De acuerdo con cifras publicadas por El Espectador, en el último año, en el caso del oleoducto Caño Limón-Coveñas, estos atentados afectaron 65.000 metros cuadrados de suelo y cerca de 41.000 metros lineales de cuerpos de agua. Tan solo el año pasado, los atentados contra el oleoducto Caño Limón-Coveñas ocasionaron el derrame de 21.029 barriles de petróleo.
Es incalculable el daño que el Eln le ha causado al país. Además de su estela de muerte y dolor dejada por décadas, se suman los daños a la infraestructura que ha perpetrado a través de los años. Pero nadie ha puesto sobre la mesa el inmenso daño ambiental que sus constantes atentados a la infraestructura petrolera han causado al país.
Es difícil creer que un grupo que se ha ensañado con la población civil, la infraestructura y ahora el medio ambiente de una nación tenga una vocación de diálogo como la que profesan sus líderes. Este daño permanente al medio ambiente debe ser visibilizado y rechazado por todos los colombianos. Además del dolor y sangre, el Eln se ha ensañado contra los recursos naturales de Colombia, un daño que no tiene como compensarse.