El fin del gobierno de Evo Morales
En menos de tres semanas, Evo Morales, quien por más de 13 años gobernó Bolivia, pasó de proclamarse vencedor de los comicios que llevaban a su tercera reelección presidencial a anunciar su renuncia a la presidencia y denunciar un golpe de Estado.
Lo sucedido en Bolivia ocurre tras días de fuertes protestas en las calles del país suramericano, que iniciaron el pasado 20 de octubre, cuando Morales se enfrentó en las urnas a Carlos Mesa. Realizados los primeros escrutinios, Morales lideraba el conteo, con un 45,28% de los sufragios, mientras que Mesa obtenía un 38,16%, lo que obligaba en ese momento a realizar una segunda vuelta. Sin embargo, esa misma noche, el escrutinio se suspendió sin previo aviso. Más de 12 horas después, fue reanudado y se anunció que, escrutado el 95% del conteo, Evo Morales era el ganador de la Presidencia en la primera vuelta electoral. De inmediato la oposición alegó un abierto fraude y llamó a los ciudadanos a protestar en las calles. Las misiones de observación de la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea pidieron una segunda vuelta. La OEA determinó en un informe que era “estadísticamente improbable” que Morales hubiera obtenido la ventaja en el 10% del escrutinio para ganar en primera vuelta como afirmó. Desde ese día las calles se llenaron de protestantes y los incidentes de violencia aumentaron. Aunque Morales trató de apaciguar los ánimos anunciando nuevas elecciones, la suerte ya estaba echada: el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas pidió al presidente renunciar. Y así, terminó el gobierno de izquierda de Evo Morales.
Lo que está viviendo Latinoamérica no puede ser ignorado. Las calles arden en diferentes países y lo vivido en Bolivia debe dejarnos grandes lecciones. La primera, que ningún gobernante, ni de derecha ni de izquierda, puede perpetuarse en el poder, pues cualquier determinación en ese sentido rompe el sustento de la democracia y su gobierno termina siendo una dictadura.
En segundo lugar, que no se pueden desconocer las protestas ciudadanas, pues pretender ignorarlas o minimizarlas es desconocer un descontento ciudadano que puede crecer hasta hacerse imparable.
En tercer lugar, queda claro que son momentos donde se deben buscar puntos de encuentro y llamar al diálogo. La polarización crece día a día en la región y los gobiernos son responsables de unir a todos los nacionales de cada país, pues gobiernan para todos y no solo para su corriente política.
Son momentos críticos los que se viven en Latinoamérica, donde los ánimos suben y se acrecientan, aunados por las redes sociales, los intereses políticos, los que incitan a la violencia y los que manipulan la información.
El tema es de vital importancia en Colombia en momentos en los que crece el llamado a las calles. Es un momento clave para el actual Gobierno de tomar las lecciones aprendidas de lo que sucede en otros países y llegar a acuerdos en una nación que siente a su presidente lejano y desconectado de la ciudadanía. Todavía está a tiempo.