El momento de llamar a la calma
Desconcierto, ira, impotencia, desesperanza, miedo, tristeza, frustración... estas emociones estuvieron a flor de piel esta semana en el país. La decisión de la Justicia Especial para la Paz, JEP, de no extraditar al líder de las Farc ‘Jesús Santrich’ y ordenar su libertad generó una convulsión, que llevó a la renuncia del fiscal General, Néstor Humberto Martínez; la vicefiscal María Paulina Riveros, y luego la ministra de Justicia, Gloria María Borrero. Pero luego, cuando ‘Santrich’ se disponía a salir de La Picota, fue de nuevo capturado por orden de la Fiscalía, con fundamento en un video filtrado a los medios en el que se demostraría su participación en negocios de narcotráfico.
Todo es confuso y convulso en este momento del país. La Fiscalía argumenta que desconocía el video que hoy le permite recapturar a Santrich; la JEP afirma y se sostiene en que la Fiscalía jamás le remitió ni esa ni ninguna prueba con las que públicamente a señalado a Santrich de estar vinculado con narcotráfico con posterioridad a la firma del acuerdo, y aún no es claro cuál ha sido el papel de Estados Unidos en esta investigación. Mientras la institucionalidad del país se desmorona, se oyen gritos por todas partes que piden unos acabar con la JEP, otros convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, otros convertir a Santrich en una especie ahora de mártir, sin importar que son más los hechos que lo acusan y sus grandes deudas pendientes que su pretendida voluntad de paz. Y en medio de todo, un país fragmentado más que antes, en el que el nivel de agresión sube y donde el proceso de paz luce hoy inmensamente frágil.
Es la institucionalidad la que está en juego. El presidente Duque es hoy el llamado a unir las instituciones del país y pedir su trabajo armónico. Es el Presidente de los del “Sí” y los del “No”, y es su deber constitucional llevar a este país hacia adelante en la búsqueda de la paz.
Este es el momento de enfriar las pasiones, llamar a la calma y pensar con cabeza fría. No se puede desconocer lo que el país ha ganado en bajas en cifras de muertos en combate, secuestros y demás delitos ligados a la guerra. Esta ya no es la Colombia del miedo de hace unas décadas. Pero no se puede desconocer que este proceso de paz no puede quedar marcado por la impunidad. La verdad, la justicia y la reparación es el único camino viable para la reconciliación. Y este camino se construye con unas instituciones operando, que permitan que los responsables paguen y los que piden una segunda oportunidad dentro de la legalidad sigan, y trabajando en conjunto para lograrlo.
Nada va salir bien para Colombia si seguimos atizando el fuego, llamando a la guerra y pidiendo destrucción. Es el momento de la calma, de sentarse todos a pensar en el futuro y no en los protagonismos individuales.