Editorial
El saqueo de nuestra riqueza arqueológica y cultural
- (Foto: ARCHIVO/VANGUARDIA LIBERAL)
El asunto sobrecoge. El saqueo y tráfico del patrimonio arqueológico y cultural colombiano es un lucrativo negocio que estiman las autoridades mueve al año varios billones de pesos pues entre el momento en que el guaquero excava, halla una preciada pieza y esta se vende en el mercado negro de bienes culturales en el extranjero, su precio aumenta más de 100 veces, es decir, tiene un crecimiento y productividad mayor que el tráfico de estupefacientes.
A ello se suma el que Colombia es uno de los países en que más riqueza arqueológica y cultural hay en objetos de cerámica, líticos, textiles, obras en madera, orfebrería, arte rupestre, plantas carbonizadas, obras de arte y a la vez, nuestro país es muy vulnerable por la falta de medidas para garantizar la seguridad en los sitios arqueológicos, falta de educación y conciencia en las poblaciones donde se halla tal riqueza, la falta de inventarios y algo que aterra: la falta de legislación punitiva para sancionar a quienes saquean nuestra riqueza cultural.
Se sabe que dicho patrimonio tiene un valor histórico, cultural y económico inestimable, que más del 99% de nuestra riqueza cultural y arqueológica sale clandestinamente camino de mercados negros en América del Norte, Europa y Asia, hay nutrida experiencia de lo difícil y lento que es lograr repatriar tal riqueza y, pese a ello, la Dijin de la Policía Nacional tiene un raquítico Grupo Investigativo de Delitos contra el Patrimonio Cultural, conformado por un jefe y 4 investigadores, la Fiscalía no tiene unidad especializada para investigar tales delitos, en el Código Penal dicha conducta no está tipificada como delito, por lo que debe recurrirse a los genéricos tipos penales de hurto, daño en bien ajeno y receptación. De contera, el Instituto Colombiano de Arqueología e Historia no tiene recursos económicos para proteger dicho patrimonio.
En tanto, en el mundo el mercado negro de bienes culturales es uno de los negocios más persistentes y lucrativos que hay.
Las zonas donde más se saquea tal riqueza son Huila, Nariño, Valle, Cundinamarca, Boyacá, Santander, Magdalena y Caquetá; el tráfico de obras de arte se concentra en Bogotá.
Así, aquí dicho delito no es tal y los delincuentes y lavadores de dinero que a él se dedican no tienen sanción ejemplar por ello.