Elecciones y publicidad
Como lo anticipamos hace unas semanas y lo confirmó una reciente denuncia de nuestros periodistas, la contaminación visual, la auditiva y todas las formas posibles de ocupación del espacio público e inmiscusión en el libre tránsito y la privacidad de los peatones, especialmente en las zonas más concurridas de Bucaramanga, está dándose en gran proporción como consecuencia de las centenares de campañas políticas que en este momento se desarrollan y que, si bien forman parte de los derechos de los candidatos, no pueden simplemente atropellar los derechos ciudadanos.
Todos los candidatos tienen constitucional y legalmente el derecho de expresarse y de promover sus ideas, ese es precisamente el proselitismo que debe garantizarse para llevar a unas elecciones limpias y justas, pero los aspirantes deben entender que la ciudad no puede someterse a formas de contaminación que tienen un profundo impacto en nuestra calidad de vida, especialmente la contaminación visual y auditiva. La invasión de vallas publicitarias, afiches, volantes que van a dar a las aceras, murales, además del perifoneo al que aún se recurre, están convirtiendo el entorno urbano en un lugar cada vez menos disfrutable y saludable.
La contaminación visual no solo es estresante, sino que también distrae a los conductores y peatones, aumentando el riesgo de accidentes de tráfico. Además, la proliferación de publicidad en espacios públicos roba la belleza y la identidad de nuestras ciudades, convirtiéndolas en paisajes genéricos, caóticos y sin alma. La contaminación auditiva, claro está, es otro factor que afecta negativamente nuestra calidad de vida y la combinación de estas dos formas de promover publicitariamente una propuesta política, está agobiando a los bumangueses y a los demás habitantes de los municipios del área metropolitana.
Debe quedar claro, entonces, que la publicidad política no debe tener cortapisa alguna en estas contiendas, en tanto es una forma más de dar garantías a todos los candidatos, pero es necesario encontrar un equilibrio que permita que el necesario proselitismo se haga, pero sin sacrificar la calidad de vida de los ciudadanos, sobre todo porque, más allá de la coyuntura electoral, estamos hablando de la salud física y mental de las personas, que necesariamente sufren el embate de una presencia desbordada de anuncios en las calles. Ojalá comencemos más pronto que tarde a privilegiar los medios digitales para estas ocasiones y aprendamos a mantener el espacio público de las ciudades al margen de la contienda publicitaria de las elecciones.