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Editorial
Lunes 08 de julio de 2019 - 12:00 PM

Emergencia humanitaria en los ancianatos de la ciudad

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Según reciente informe dado a conocer por la Secretaría de Salud y Ambiente de Bucaramanga, en 29 de los 34 ancianatos de la ciudad no están cumpliéndose las normas legales que establece el Ministerio de Salud y Protección Social. De acuerdo con la secretaria municipal, Adriana García-Herreros, en este alto número de casas geriátricas existen problemas de hacinamiento, insuficiencia de enfermeras o terapeutas y deterioro de mobiliario, entre otras tantas necesidades. Este, que, sin duda, es un problema estructural que tendrá que atender el mismo municipio, ojalá con la eficacia que la situación reclama, es, al mismo tiempo, un reflejo doloroso e indignante de la manera como se concibe hoy a los ancianos, es decir, la forma despectiva, indolente y muchas veces cruel como la sociedad trata a los viejos, no solamente desconociendo su importancia o su aporte a la historia que nos es común, sino, inclusive, pasando por alto sus necesidad básicas cuando sus capacidades físicas o mentales se deterioran al punto de no permitirles valerse por sí mismos.

Ese desconocimiento injusto del anciano, en muchos casos viene desde la familia misma que, muchas veces, margina hasta el olvido a los más viejos, desatendiéndolos o maltratándolos, hasta llegar a no pocas situaciones de físico abandono con personas que en condiciones de gran debilidad son dejadas a su suerte en estos ancianatos que hoy se hunden también en el vacío del desinterés de todos, lo que los tiene al borde de su cierre definitivo o la suspensión temporal de actividades.

Hoy, en Bucaramanga, los ancianos que tienen como única esperanza para vivir sus últimos años la caridad de estos establecimientos, en realidad están afrontando situaciones sencillamente deplorables, ya que se encuentran sin unidades sanitarias suficientes y dignas, sin zonas adecuadas para el ocio o para desarrollar actividades de otra índole como talleres o manualidades; tampoco cuentan con espacio suficiente en los comedores o en los dormitorios. Además de esto, carecen de implementos elementales para la vida diaria, o los tienen, pero no en la cantidad necesaria, como cubiertos, camas, asientos en buen estado, bastones, sillas de ruedas, y en general, útiles de aseo o cocina.

En otras palabras, aunque ninguno de los 34 ancianatos se ha cerrado aún, cuando menos 29 de ellos están afrontando condiciones calamitosas, por lo que se hace necesario llamar con urgencia a la solidaridad de personas e instituciones que sean sensibles a esta situación y, sobre todo, a la acción contundente e inmediata de los gobiernos municipal y departamental para que, más allá de consideraciones políticas o burocráticas, enfrenten con fortaleza y prontitud esta verdadera emergencia humanitaria.

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