Los días santos
De todas las enseñanzas que dejó Jesucristo, la más importante es, sin duda, la del amor y de todas las enseñanzas que dejó Jesucristo la más olvidada es la del amor. Así lo demuestra un mundo que se debate entre ideas de división, guerra, venganza, dominación, sometimiento y pocas veces de hermandad, solidaridad, compasión, desprendimiento.
Los que se entienden como valores de superación, progreso o éxito personal, en la práctica diaria son realmente los motores que echan a andar las bajas pasiones hacia la competencia desenfrenada, el desborde de los placeres o la debacle de las tensiones. Todo esto nos deja frente a sociedades delirantes que producen seres humanos apabullados, frustrados, iracundos.
Vivimos envueltos en ritmos y circunstancias que de muchas formas nos hacen factores de conflicto o en víctimas de las actitudes ajenas: de la rabia en las vías, del desborde verbal en las redes sociales, de la sensación de miedo en las calles, del matoneo en los colegios y universidades, de la indolencia frente a la violencia que se percibe en los medios de comunicación.
Llegamos a los días llamados Santos, en que se sugiere la reflexión, en que la iglesia católica convoca a la unidad, la hermandad y, teológica y humanamente, al amor, no solamente como un sentimiento sublime, sino como un concepto de acercamiento entre todos.
En Colombia es especialmente importante que existan estos espacios en que sea posible revisar ideas y actitudes que permanentemente nos dividen; sería muy positivo que quienes con tanta frecuencia tocan las fibras del odio y la venganza en un país tan herido como el nuestro, recapaciten y busquen nuevos caminos que más bien nos lleven al perdón y la reconciliación para que, después de tantos años de muerte, comencemos a vivir de verdad, a vivir en un ambiente de fraternidad y tranquilidad.
Es hora de hacer nuevas consideraciones para ofrecerle un mejor país a las nuevas generaciones que deben formarse como personas laboriosas y solidarias y no como soldados para una de tantas guerras como las que ya conocimos en nuestra historia.
Un acto de contrición o, cuando menos, un acto de sinceridad personal puede llevarnos hacia nuevas realidades en las que el ánimo nacional sea el de aportar cada uno al bien común y no tratar de sacar el mejor provecho personal de cada circunstancia, sin importar si tal cosa causa detrimento en los demás. Estos días deben servir para que cada uno identifique las maneras como está contribuyendo al clima de confrontación que sufrimos y decida comenzar a cambiar esas actitudes por las que garanticen una vida pacífica y armónica entre los colombianos.