Una marcha en paz
Desde diversos sectores de la sociedad se ha venido convocando a una gran manifestación nacional, el próximo 21 de noviembre. La convocatoria a esta marcha empezó a gestarse tras los asesinatos de varios indígenas en el Cauca y tomó forma tras la denuncia de un bombardeo del Ejército a un campamento de las disidencias de las Farc, en el que murieron ocho menores de edad y que posteriormente llevó a la salida del ministro de Defensa, Guillermo Botero. Las centrales obreras, los estudiantes y un gran número de artistas y ciudadanos convocaron entonces a salir a las calles, para manifestar el descontento con el gobierno del presidente Iván Duque.
Es este tal vez el momento más difícil de la presidencia de Duque, pues esta marcha se da en un momento en que Latinoamérica enfrenta un gran descontento con sus gobiernos, que llevaron a la salida de Evo Morales en Bolivia, tras un golpe de Estado, y a que Chile inicie el camino de una reforma constitucional, después de semanas de manifestaciones en las calles, pidiendo reformas al gobierno de Piñera. Estos procesos latinoamericanos han inspirado a quienes saldrán a marchar para pedir cambios al gobierno de Duque. Desafortunadamente, a pesar del incremento en la inversión en educación que se acordó tras las manifestaciones pasadas y de que los resultados económicos no son los de un Gobierno en crisis, el presidente Duque no ha logrado conectarse con un gran sector del país, que lo percibe como lejano a muchas de las problemáticas actuales, como el rearme de disidentes de las Farc o el reclutamiento de menores, y no logra trasmitir sus gestiones a la opinión pública.
La protesta ciudadana en un país democrático como el nuestro es un mecanismo legítimo, lo que no es válido es que se deforme el reclamo de un sector del país que pide cambios en un llamado al desorden y la destrucción. Todas estas marchas pierden su legitimidad en el momento en que se convierten en escenarios de disturbios, vandalismo y destrucción.
El llamado es a que este 21 de noviembre las protestas en el país se realicen en paz, con respeto por todos y sin actos de vandalismo. Ya en el pasado lo hemos logrado, cuando en la marcha llamada “Un millón de voces contra las Farc”, las calles se llenaron de millones de manifestantes, sin que se registraran desórdenes ni actos que lamentar. Ese es el verdadero sentido de la protesta.
Lo que está viviendo el país hoy es la consecuencia de la profunda polarización sembrada durante años por las extremas políticas, alimentadas por las mentiras de las redes sociales. Pero hoy estos extremismos no tienen cabida. Si queremos crecer como país debemos avanzar en la reconciliación, en la construcción de propuestas para vivir en un una Colombia en la que quepamos todos.
Bienvenida la protesta ciudadana, en un marco de respeto y de paz.