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Urge detener la violencia contra los menores en Colombia
Se da por sentado que en países en los que los índices de pobreza, de empleo y otros similares se mantienen en bajos niveles, las cifras sobre violencia se mantienen en topes muy altos y afectan seriamente a la sociedad en su conjunto, pero los desgarradores ataques que han venido sufriendo últimamente en Colombia los niños y adolescentes, tanto por parte de adultos, como de los mismos menores, es algo que no solo llama a una reflexión profunda de parte del país entero, sino que incluye la necesidad de que el Estado reaccione pronta y adecuadamente a una señal tan preocupante.
En la semana que termina hubo varios hechos de violencia contra los menores que, sencillamente, superan la resistencia de cualquier persona al horror: una niña de solo tres meses de vida, fue asesinada al parecer luego de ser sexualmente abusada por su padrastro, quien solo llega a los 17 años de edad; Un niño de 13 años, estudiante de uno de los colegios privados más importantes de Manizales, sufrió por parte de sus compañeros un ataque tan agresivo a su integridad, que obligó su remisión a un centro de salud; en Cáchira, municipio nortesantandereano, una adolescente, de 16 años, fue violada, asesinada y su cuerpo lanzado a un río; En Barrancabermeja fue detenida una mujer que prostituía a su nieta de 13 años, entregándola por 100 mil pesos a cuatro hombres por varias horas cada vez.
Estos son cuatro casos que causan estupor, al ver a nuestra niñez y adolescencia violentada de esta manera, frente a un Estado que evidentemente es incapaz de controlar o detener esta clase de ataques, que, desgraciadamente, son solo una muestra mínima de los incontables casos que a diario ocurren a lo largo y ancho del país. Las cifras del Icbf, a julio de 2021, son abrumadoras: el 41% de los menores de 18 años en Colombia han sido víctimas de algún tipo de violencia, bien sea esta física, psicológica o sexual.
Es de vital importancia que como Nación hagamos conciencia de esta situación y reconozcamos nuestra responsabilidad en este fenómeno injustificable. Así mismo los gobiernos y el Estado como tal deben tomar medidas serias y profundas para detener esta situación que lleva a nuestros menores a vidas insoportables, y muertes tempranas y en extremo dolorosas. Nuestros niños son el reflejo de lo que somos como Nación, como comunidad y como familia. Nuestra obligación es protegerlos y ofrecerles el mejor futuro posible, pero ese mínimo deber no lo estamos cumpliendo.