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Espiritualidad
Viernes 08 de abril de 2022 - 12:00 PM

Podcast Espiritualidad: Días de fe

Lo más maravilloso de toda historia de Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús es que, pese a que Él murió hace muchos años, aún está en vivo y permanece entre nosotros.

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Así las cosas, estas páginas constituyen un repaso por los trascendentales acontecimientos vinculados a la última semana de la vida de Jesús.

Ésta se inició el domingo anterior a su muerte, cuando algunos habitantes de Jerusalén recibieron a Jesús como el Mesías. Durante los tres años de su vida pública, Él se había proclamado el Salvador, mediante incesantes viajes y milagros.

Su tiempo había llegado y por eso, ignorando toda precaución, entró triunfante a la Ciudad Santa, montado en un pollino, tal como lo había anunciado el profeta Zacarías. Los gobernantes estaban furiosos porque el pueblo estaba de parte de Jesús e hicieron todo lo imaginable para hacerle caer en alguna trampa.

El martes, después de una última advertencia de que el Reino de Dios sería quitado a los judíos y dado a otros, Jesús salió del templo para jamás volver.

Luego vino La cena de Pascua, que se celebró de la misma manera que durante los anteriores 14 siglos, anunciando la venida del cordero pascual. Después se hizo La Cena del Señor, que fue instituida al terminarse aquella, antes de que Jesús se inmolara Él mismo como cordero.

Lo que viene después, la agonía en Getsemaní, la traición de Judas, el arresto de Jesús, su estancia ante el Sumo Sacerdote, la negación de Pedro, la condena oficial, el suicidio de Judas, el juicio ante Pilatos, los azotes y las burlas, el Viacrucis, la colaboración de Simón de Cirene, la crucifixión, la oscuridad, el terremoto, su muerte y su sepultura, y el sellamiento de su tumba, son ampliamente conocidos.

Lo cierto fue que a Jesús lo llevan al calvario, agujerean sus manos y sus pies con clavos y le ofrecen vino mezclado con mirra como estupefaciente para mitigar el dolor; sin embargo, Él lo rechazó.

Sus frases quedaron tatuadas en nuestra alma y aún hoy nos sirven de reflexión. Una de ellas, nos da ejemplo de perdón: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Luego los solados se reparten entre sí sus ropas y ponen sobre su cabeza el Inri de Rey de los Judíos en tres idiomas: hebreo, latín y griego.

Él perdona al ladrón penitente y le consuela: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Luego, en gesto por demás amoroso, no quiere morir sin proteger a su madre y por eso les dice a María y a Juan: “Mujer, he aquí a tu hijo”, “Hijo, he aquí a tu madre”.

Y luego, poco antes de expirar, se oyó de sus divinos labios sus cuatro últimas comunicaciones: “Dios mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?” “Tengo sed”, “Todo está consumado”. Finalmente dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

Y al tercer día Jesús resucita, tal y como lo había anunciado

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Publicado por Euclides Kilô Ardila

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