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Comunera
Sábado 10 de agosto de 2019 - 12:00 PM

Conozca la dama antigua que se niega a envejecer

Vanguardia logró entrevistar a Gladys Patiño, la menuda abuela que ha encabezado durante varios años los desfiles más importantes en Socorro. Más que un traje, es una mujer que lleva la historia en el corazón.

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Jhoan Calderón Bayona / VANGUARDIA
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Hablar del Bicentenario de la Independencia de Colombia es hablar de mujeres. Ellas fueron las protagonistas en cada hecho que marcó la historia del país por su aporte a las causas que llevaron a Colombia a ser un país libre.

Gladys Elvira Patiño Uribe vive para hacer honor a la historia. Eso la enternece, la hace levantarse cada mañana. Su aporte ha sido constante y desinteresado. En cada desfile, los socorranos la esperan.

Gladys camina un poco encorvada, vestida de traje azul y extiende su falda para lucirse ante el público. Cientos de personas la aplauden. Lo disfruta porque le recuerda a su mamá; la devuelve al pasado aquel en que las calles del pueblo comunero aún eran todas empedradas y las mujeres solían ir a eventos sociales y eucaristías con una elegancia tal, que no perdían mirada de aquellos hombres siempre en saco de paño, bastón de mando y sombrero de lana: “Mi mamá siempre me inculcaba los buenos hábitos, el estar siempre muy formal porque aseguraba que todo entraba por los ojos y así es. Yo pienso que de acuerdo a como usted se vista, la gente lo trata”.

Esta mujer de cabello blanco y peinado pomposo aprendió y muy bien. Gran parte de sus 73 años los dedicó a ser docente en el Colegio de La Presentación del Socorro y Bucaramanga. No se casó, no tuvo hijos y no le gusta que la llamen señora. “Señorita o Gladys está bien”.

La historia en su cabeza

En su cabeza tiene grabadas las fechas más importantes: los cumpleaños de sus padres Jerónimo Patiño y Ernestina Uribe, así como el de su único hermano. También el 22 de julio de 1946, fecha de su nacimiento; 16 de marzo, Revolución Comunera; 10 de julio, grito de la Independencia en Socorro; 20 de julio, Independencia de Colombia; 7 de agosto, Batalla de Boyacá, entre otras.

“Son las más importantes en mi vida porque han marcado mi historia: como hija, como ciudadana y como patria. Siempre las celebro y lo seguiré haciendo hasta que Dios lo permita”.

Siendo así, Gladys encabeza los más importantes desfiles militares por las calles del Socorro. Incluso ha sido invitada especial a eventos culturales en Bucaramanga y otras ciudades. “Las personas pensionadas gozamos de tiempo libre, por qué no rendir tributo a lo que somos. Qué más bonito que representar a mi Socorro. Me enternece recordar la historia de mi municipio porque gracias a ella tenemos identidad y somos lo que somos hoy en día. Es la viva representación de lo que fuimos, somos y a dónde queremos llegar como comunidad”.

Gladys se prepara desde antes de las 5 de la mañana. Es una cita con el deber. Los vestidos son confeccionados solo para ella y elegidos a su medida y estilo, por supuesto. Unos se los envían de la capital de Santander y otros, incluso, los pide de Bogotá. Es pausada y minuciosa al maquillarse. Es orgullosa de su rostro y recuerda que nunca ha usado productos costosos, que tan solo ha bastado con cuidarse del sol y limpiarlo noche tras noche. Confirmó además que nunca se ha sometido a ningún tipo de cirugía estética. “No tengo nada postizo. Esto viene de fábrica”, dijo orgullosa.

Camina a paso corto, pero ligero. Más rápido que el compás de los tambores. Saluda, sonríe y la gente le toma fotos, la aplaude y ella lo disfruta. Soporta el fuerte sol protegiendo su cara con un sombrero que hace juego con el ajuar. Termina el desfile y ella desaparece entre la multitud que la admira. La menuda dama antigua ha cumplido su tarea con el pueblo.

Sin prejuicios

Lejos de los actos culturales, Gladys se reviste para las tardes de té con sus amigas. Cuenta a Vanguardia que acompañó a sus padres en la etapa de envejecimiento y que tal vez por esto nunca pensó en casarse, pues ellos eran su vida entera. Dice que no le hizo falta un hijo o tal vez un nieto; que tiene sobrinos y primos a los que puede consentir. Vive sola en Socorro y una vez al año se aventura por distintas partes del país visitando a su familia. Mientras está en el pueblo que la vio nacer, se dedica a hacer obras de aspecto social, visita asilos y casas de ancianos, además de aprovechar la agenda cultural del Socorro. Por supuesto dedica tiempo para ella: visita el salón de belleza frecuentemente, se levanta tarde y vive tranquila. Entre sus diligencias está el cómo combinar de forma correcta sus accesorios, su ropa y sus bolsos: “El hecho de tener cierta edad no significa que me deba sentir o ver como una viejita. Es verdad que ya dejamos la etapa del colegio, pasamos por la adultez, pero no veo por qué deba vestirme de la forma que le gente se sienta cómoda. Yo conservo mis estilos, mis colores y me visto de una forma particular, pues soy una mujer moderna. Yo ‘brego’ a que no se me noten los años. Eso hace parte del quererme y conservarme”.

Y es que a sus años los médicos aún no han encontrado ningún tipo de dificultad a la salud de Gladys: no toma medicamentos. Por el contrario, camina, camina y camina sin parar, además de cuidarse en su alimentación.

Esta es la historia de la curiosa mujer que los socorranos esperan ver en cada desfile. Ella confía que su memoria sea como un cuaderno de apuntes para seguir remembrando la basta historia de la Provincia. Le preocupan los cambios tecnológicos y defiende sus costumbres: para contactarla hay que buscarla en su casa o llamarla a un número de teléfono fijo: “Vivo más tranquila así y sigo aprovechando mis ojos para ver la realidad”.

Se niega a ser parte de las redes sociales porque, según dice, “sacan lo peor de las personas”. Pide ayuda por las nuevas generaciones y se angustia por la inmersión de los pequeños en las plataformas digitales sin control de los padres.

En tiempos de campaña electoral prefiere mantenerse al margen. Está con todos y a su vez con ninguno. Opina que el tema político ha cambiado tanto, que los intereses de los candidatos se dan frente a la falta de empleo.

Gladys no se anda con dudas. Con una pierna sobre la otra y sus manos juntas sobre su falda contesta a cada pregunta con seguridad y sin titubear. Se marcha y con ella el deber de hacer de la cultura del Socorro todo un evento experiencial.

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