Iniciaron hace cuatro años desde un sector rural de San Gil, allí tienen 200 metros cuadrados cultivados. Saben que compiten contra grandes multinacionales, por eso las ferias de emprendimiento son su principal plataforma para darse a conocer.
Entre los vinos y las cervezas artesanales, los dulces y productos a bases de cacao y café, los yogures y alimentos derivados de lácteos, los jabones artesanales e insumos aromáticos que hacen parte de los emprendimientos de Agro San Gil, había uno que sin duda era diferente a todos los demás.
Satanizado durante décadas el canabis o la marihuana, como comúnmente se le conoce, es una planta de amplias propiedades medicinales y ese es el uso que la bogotana Laura García y el mexicano Rodrigo Aguirre intentan darle. Iniciaron hace cuatro años desde un sector rural de San Gil, allí tienen 200 metros cuadrados cultivados. Saben que compiten contra grandes multinacionales, por eso las ferias de emprendimiento son su principal plataforma para darse a conocer.
El recorrido ha sido largo y en el marco de la legalidad. Tienen el registro del Instituto Colombiano Agrícola, ICA, y paso a paso han ido cumpliendo toda la normatividad para entrar a competir en este mercado que en Colombia es incipiente y en el resto del mundo ya está muy avanzado.
La arquitecta, con 34 años de vida, conoció las ventajas empresariales y medicinales del canabis en una experiencia laboral en Estados Unidos, el mismo lugar en el que la vida la juntó con Aguirre. Se regresaron a Colombia con la idea de iniciar su propio proyecto, recorrieron el país evaluando las condiciones climatológicas y terminaron en un terreno entre San Gil y el Valle de San José, donde según dice encontraron todos los factores medio ambientales necesarios para poner a andar el proyecto y la tranquilidad.
La comercialización oficial de sus productos la iniciaron en marzo de este año, cuando recibieron el primer registro Invima para uno de sus productos: Un aceite de uso tópico y sublingual para el estrés, insomnio, ansiedad. Los otros registros están en proceso. García dice que ha sido un proceso largo y costoso. Ahí es donde está el problema para iniciar esta clase de emprendimientos.
Las demoras son de años y eso pone a pensar a cualquiera. “Un proceso que debería durar meses dura dos años y a las grandes empresas si les sale” aseguró. A eso hay que sumarle los costos, porque una licencia puede costar más de $20 millones, un gasto que para un emprendedor es difícil asumir, así se pueda diferir a 5 años, como lo pueden hacer los colombianos. La bogotana dice que esas condiciones pueden ser incumplibles para indígenas, campesinas o vulnerables y otros soñadores que quieran ingresar en el mercado.
La propuesta del presidente Gustavo Petro Urrego de masificar el cultivo y las opciones de transformación y que este mercado no quede en manos de empresas multinacionales, le genera expectativas porque concuerda en que se necesitan profundizar en este mercado, aumentando de paso la información sobre las bondades medicinales de la planta.
Sin embargo, cree que las licencias deben mantenerse por los controles, aunque los costos y facilidades para los procesos si tienen que revaluarse para que sean accequibles y eficientes.
La historia la contó desde el stand ubicado en el pabellón de negocios promocionados por la Cámara de Comercio de Bucaramanga en la feria sangileña. Allí tenía semillas. plántulas, flores secas de marihuana, aceites, fertilizantes y gotas, todos elaborados con a base del CBD, uno de los más de 100 componentes que tiene la marihuana, el cual está comprobado no es psicoactivo y sirve como neuroprotector, analgésico, antiinflamatorio y antioxidante, entre otros beneficios terapéuticos.
El sueño, como muchos, es exportar con su marca Colombia Cannamed, por ahora se conforma por seguir ganando clientes, de a uno. Poco a poco espera abrir espacios en supermercados, plataformas a las que aún no pueden llegar.