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Región
Sábado 11 de febrero de 2023 - 12:00 PM

La historia detrás de una siembra de tomates, en Santander

En una ladera del kilómetro 6 de la vía a Cúcuta, en la vereda San José, Ubaldino Castañeda se las ingenió para sacar sus cultivos a la carretera y ponerlos en venta.

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Junto a sus dos hijos, su mamá y dos obreros, Ubaldino Castañeda Plata ha dedicado los últimos 10 años de su vida a cultivar todo tipo de hortalizas, entre estas, el tomate, su principal fuente de ingresos.

Desde que heredó de su padre un terreno ubicado en la vereda San José, en el kilómetro 6 de la vía que comunica a Bucaramanga con Cúcuta, ha trabajado incansablemente por sacar adelante a sus seres queridos y ser un generador de empleo en su vereda.

Los cultivos y un hogar

Al llegar a los terrenos de Ubaldino, se divisa Bucaramanga y la congestión en la vía. En ese punto levantó un rancho hecho con trozos de árboles, alambre y láminas de zinc y allí organiza lo recolectado de la siembra. A un lado de la estructura, se traza un camino de herradura empinado, cuyo ascenso a pie puede tardar 20 minutos.

Al subir, llama la atención la pequeña casa de cemento y madera que acoge a esta familia. También se ve el desplazamiento de una tarabita, un sistema de transporte no convencional reconocido en los campos de Colombia. El improvisado teleférico posee una estación en la parte alta de la montaña y otra en la parte baja, separadas por 155 metros de altura.

La tarabita es capaz de soportar hasta 100 kilogramos, afirma Ubaldino, y se mueve a través de un sistema de poleas impulsado por un motor con caja de cambios y sistema de frenos, que permite regular la velocidad en la que descienden las dos canastillas de tomate hasta llegar a la carretera.

Un obrero espera y baja la carga de tomate en el rancho. Espera un vehículo de carga que, posteriormente, lo lleva a la plaza de mercado de San Francisco, para comercializar del producto.

El paisaje tiene otros encantos: la hilera del cultivo de tomate que recibe la brisa de las mañanas y el frío de las madrugadas del verano.

Las jornadas

En medio de las marcas que deja el arado de la tierra, es posible ver a Ubaldino y sus dos obreros recoger dos veces por semana el fruto de su cosecha, para después seleccionar y agrupar.

Deben cuidar con detalle cada planta para evitar que la araña roja, la mosca blanca, el pulgón y los gusanos -plagas que azotan el tomate- lo dejen en bancarrota. “El cultivo de tomate es muy costoso y requiere mucho trabajo. Los insumos y abonos son muy caros, y a esto súmele el fuerte verano que incrementa los costos, pues, se debe aumentar por dos el riego y la fumigación”, comenta este cultivador.

Ubaldino invierte cerca de $8 millones cada tres meses: compra 5.000 semillas de tomate, el abono (pollinaza orgánica), químicos y pesticidas, y además, paga cada ocho días el salario de sus dos obreros. Como si fuera poco, debe alimentar a su familia, pagar los servicios públicos y dejar algo de dinero para las emergencias.

“Para ganarle al tomate debo cuadrar un precio por canastilla de $40.000 para arriba, De ahí para abajo, me voy a pérdidas. Hay veces que me va bien y otras me va mal, pero ahí vamos”, cuenta mientras organiza los tomates.

Antes era posible “reutilizar” las semillas que dejaba el anterior cultivo. Hoy es imposible, y de hacerlo, según los expertos, no es recomendable, ya que lo único que se recogerá serán frutos dañados y pequeños que en el mercado no tienen ningún valor.

Compradas las semillas, el campesino debe cancelar la mitad del precio total y generar el pedido que tardará un mes exacto en llegar. Mientras espera, debe preparar la tierra y comprar los insumos.

Al mes, llegan las semillas convertidas en plántulas de tomate y se debe cancelar la otra mitad del total de la compra. Tras la siembra, el cultivador da paso al proceso del abono, riego y fumigación, en lo que tarda tres meses para poder recoger una cosecha.

Ubaldino y sus obreros recogen dos variedades de tomate, “el grueso y el parejito” y según afirma, “el primero lo pagan a mejor precio”.

“Yo le doy gracias a Dios. Unas veces se gana y otras se pierde, pero de cualquier forma debe estar contento. Ante los ojos de Dios estoy muy agradecido por el tomate, la habichuela y el pimentón, porque gracias a estos productos he sacado adelante a toda mi familia y género empleo”, concluye Ubaldino.

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Publicado por Nelson Tarazona

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