Hacia las 12:00 del mediodía del pasado 8 de abril, Martín Elías Díaz Acosta llegó a Bucaramanga para presentarse aquella noche, junto a Peter Manjarrés, en un importante sitio de eventos ubicado en la autopista a Piedecuesta.
Díaz Acosta arribó procedente de Valledupar en su camioneta Toyota Imperial, la misma en la que el pasado 14 de abril se accidentó en carreteras de Sucre, aquella en la que perdió la vida.
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Según narró Fabián Lobo, empresario que trajo a Bucaramanga aquel día al artista vallenato: “Martín Elías llegó a la ciudad un poco cansado, por la apretada agenda de conciertos que había tenido. Nos saludamos, nos abrazamos, me sonrío y dijo que quería descansar, por lo que lo llevé a hospedarse a un reconocido hotel del Condominio Ruitoque”.
Lobo expresó que durante aquella tarde “hablé con él por teléfono una o dos veces, mientras llegaba la hora de la presentación, Cuando eso pasaba, los músicos hicieron la prueba de sonido para dejar todo ‘a tono’ para la noche de concierto”.
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Hacia las 11:30 p.m., Martín llegó hasta el sitio del evento, saludó a los empresarios, se tomó foto con ellos, charlaron un rato, echó chistes y pidió que se adelantara la hora de su presentación porque aún se sentía cansado.
Se persignó y se subió a tarima
Quienes lo acompañaron durante esa noche indicaron que hacia las 2:40 a.m. del 9 de abril, Martín se preparó para cantar, abrazó a quienes se encontraban en el camerino, se ‘echó’ la cruz, se encomendó y saltó al escuchar las notas del acordeón de su compañero Rolando Ochoa.
Vestido con una camiseta, jean y zapatos deportivos negros, y engalanado con una chaqueta militar verde de épocas de la revolución, el Gran Martín Elías, volvió a entonar una canción en tarimas de Bucaramanga, tras una ausencia de cerca de 5 meses.
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De acuerdo con Iván Valencía, fotógrafo del concierto, uno de los momentos más emotivos de la presentación se dio cuando algunos de los seguidores le entregaron al cantante una bandera con un mensaje alusivo al ‘Martinismo’, “él la tomó, dio gracias a Bucaramanga y a su cordialidad, se acercó al público, se agachó, se tomó fotos con ellos y hasta se acostó en aquella tarima para posar con quienes le hicieron esas muestras de cariño”.
Por su parte, Andrés Suárez, empresario musical, reiteró que una de las cualidades más grandes del artista era su carisma, ya que “él saludaba a las personas que le pasaban por el lado, les estrechaba la mano, se acomodaba para las fotos, las abrazaba. Era muy humano tanto arriba como abajo del escenario”.
El homenaje a su papá
Como en la mayoría de sus conciertos, Martín Elías sacó tiempo para rendir homenaje a su fallecido padre, lo invocó en varias ocasiones del concierto y se arrodillo mientras cantaba para recordarlo.
La presentación duró hasta cerca de las 4:20 a.m. de ese domingo y como parte final de su show cantó algunas de las canciones que hizo famosas el ‘Cacique de La Junta’, entre ellas La Plata, con la que cerró su presentación. Entre aplausos y luces, Martín agradeció a Bucaramanga y prometió volver pronto.
Martín, el amante de la comida santandereana
Pasada su presentación, el joven artista se dirigió hacia un tradicional restaurante de comida típica de Cabecera, se sentó y pidió uno de sus platos favoritos, el ‘calentado’. Allí estuvo por más de una hora y emprendió su viaje de regreso a Valledupar.
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Quienes lo acompañaban a la hora de la cena dijeron que el cantautor, después de la comida de Valledupar, reconocía las bondades de la cocina santandereana, pedía parrillada de carnes, la repartía entre sus compañeros de mesa y se quedaba con su parte favorita, la carne oreada.
Bucaramanga le abrió las puertas en el mismo lugar que lo vio por última vez
El 26 de agosto de 2010, el hijo de Diomedes Díaz se presentó por primera vez en este lugar de la autopista a Piedecuesta y 7 años después dio su último concierto en esta misma plaza, con algunos kilos menos pero con la misma energía y talento de aquella ocasión.
El encargado de darle la oportunidad en esa ocasión fue Nicolás Umaña, quien expresó que “en sus inicios no le querían abrir las puertas a Martin. Él se la guerreó solo. Con su carisma y sencillez supo llegar y asimismo se le dieron las oportunidades”.
Umaña aseguró que el artista nunca olvidó a quienes le dieron la mano y recordó como en una ocasión “tuve problemas económicos y tras una presentación en Rionegro, Santander, sin decirle nada, el frenó su carro, lo sacó al lado de la vía y me preguntó acerca de mi impase. Hizo algunas llamadas y al regreso a Bucaramanga todo estaba solucionado. Era una persona que sin uno darse cuenta, estaba muy pendiente de lo que pasaba”.
El amigo del cantante recordó que el artista era desprendido de lo material y que “podía sentarse en el lugar más sencillo a comer o en el más fino y era igual. Cuando venía a Bucaramanga no salía mucho, pero cuando lo hacía se paseaba por almacenes, entre ellos los de los sanandresitos y compraba muchas cosas, no sólo para él sino para quienes lo acompañaban”.
Aquel 9 de abril, Bucaramanga recordará que el fallecido cantante se presentó por última vez en una tarima de la ciudad, esa misma ciudad en la que su padre celebró su cumpleaños por última vez, donde su progenitora vivió gran parte de su infancia y donde se forjó el amor del que años más tarde nacería el Gran Martín Elías.