Editorial: Una Reforma Tributaria para alimentar la corrupción
La opinión pública nacional lo tiene claro. A cualquier colombiano que se le pida su opinión sobre la Reforma Tributaria que hace curso actualmente en el Congreso, muy probablemente contestará, con sobrada razón, que esta nueva alza en los impuestos pretendida por la administración de Juan Manuel Santos se puede resumir en solo tres palabras: desacertada, injusta e inoportuna.
Y es que no se puede decir nada más de un aumento en los tributos que no solo rompe una supuesta promesa grabada en mármol del Primer Mandatario de que no les subiría más la carga a los contribuyentes, sino que el incremento mismo no tiene defensa alguna por donde se le mire.
Para comenzar, se trata de una reforma desacertada en vista de que ni siquiera está soportada enteramente en la verdad. Según el ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas, el alza impositiva es necesaria entre otras cosas por la abrupta caída en los ingresos petroleros, que genera un déficit público que llevaría a las agencias calificadoras internacionales a rebajar el grado de inversión del país si el Estado no tapa el hueco fiscal.
Hueco fiscal que es cierto y que de alguna manera hay que cerrar, pero no a costa de exprimir más a unos contribuyentes que ya sufren uno de los regímenes impositivos más altos del planeta.
Ahora, en cuanto al supuesto peligro de la calificación internacional, basta con mirar la experiencia de Brasil, nación que ya fue objeto de una baja en el rating sin mayores consecuencias hasta el momento. Es más, sus bonos internacionales y las acciones de sus compañías han venido subiendo recientemente.
Pero hay que seguir. La reforma del ministro Cárdenas también se puede catalogar como injusta. Y es que no existe otro término para denominar la enésima alza en los impuestos en un país donde la corrupción no para de crecer ni por un segundo, al tiempo que los protagonistas de los diarios y multimillonarios desfalcos al erario son arropados por un infranqueable escudo de impunidad. De hecho, no resulta exagerado el cálculo según el cual un mínimo del 20% de la inversión pública se esfuma en sobornos, contratos inflados y obras mal hechas y antes que cauterizar esa hemorragia, el Presidente prefiere acudir una vez más al sacrificio de la ciudadanía.
Por último, esta Reforma Tributaria es absolutamente inoportuna, sobre todo si se considera que el país atraviesa en estos momentos un período muy débil en el desempeño de su economía y exigirle más impuestos al sector privado, empresas e individuos, lo único que logrará es atravesarle obstáculos nuevos.
En fin, este enésimo incremento de los impuestos, que además saldrá mucho más caro que cualquier estimación calculada previamente por cuenta de la ‘mermelada’ que habrá que repartirle a los congresistas para que la aprueben(otra vez más acorde a sus intereses y no a los de quienes los eligen), tiene un balance definitivamente negativo y serán tanto el Presidente como su Ministro y los parlamentarios que la firmen, los responsables directos de dar un pase adelante en materia de injusticia, inequidad y pérdida de competitividad.