Pese a que por sus venas corre la sangre y el sabor de quienes nacen a orillas del río Magdalena y se crían comiendo pescado y sancocho, y sus rasgos físicos delatan su origen, sus labios pronuncian un español muy limitado.
Ana Milena Mantilla, una norteamericana de 37 años, está segura de que Colombia es su país natal y Puerto Wilches, Santander, su tierra.
En junio de 1990, con 10 años, fue dada en adopción a una pareja de italianos. Ellos la bautizaron como Ana Milena Edwards Scalise, quien se crió a miles de kilómetros del lugar donde dio sus primeros pasos.
Ana siempre supo que era adoptada y cuál era su país de origen, pero temores promovidos por un investigador que contrató su familia adoptiva, quien le aseguró que el conflicto armado colombiano había acabado con todos sus seres queridos, la hicieron desistir de regresar a su país de origen.
Sin embargo, durante 27 años, estuvo aferrada a sus raíces con la esperanza de volver a abrazar a su mamá y a sus hermanos.
Separación y adopción
Problemas económicos y emocionales de Teresa Mantilla García, su progenitora, fueron las causas que llevaron a Ana Milena (la segunda de un grupo de cinco hermanos) al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Icbf, en Girón e iniciar un proceso de adopción.
“Lo que tengo en mi memoria es muy poco, pienso que olvidé, porque no quería recordar las cosas malas. Pero lo que siempre permaneció en mi mente fueron las palabras de una tía quien me prometió cuidarme, pero no lo hizo. Me dejaba sola, me daba comida con los perros y me ponía a dormir con las palomas. No me gustaba esa casa, porque mi tía nunca era buena conmigo. Además, su esposo intentó abusar de mi”, dijo Ana.
Por su parte, Víctor Alfonso Ochoa Mantilla, hermano de sangre, dice que sí tiene muy clara la historia. “En esa época éramos cuatro hermanos. Al mayor lo habían dado en adopción en Simití, sur de Bolívar. Éramos muy pobres y mi mamá era una persona joven y andariega. Mi papá era pescador. En vista de eso, una tía que vivía en la vereda Chocoita en Girón se llevó a Ana Milena, pero en vez de educarla la puso a trabajar y dormía en un galpón, y no la alimentaba bien”.
Cansada de los malos tratos, la menor se escapó y terminó en el Parque de las Nieves en Girón. Allí, un agente de la Policía la encontró y la dejó a disposición del Icbf, tras observar que registraba signos de maltrato.
“Ella permaneció seis meses en el Bienestar Familiar. Mi mamá alcanzó a verla, llevarle naranjas y decirle que la quería, pero no se la entregaron porque registraba maltrato y desnutrición. Lastimosamente, por esos días mi madre había tenido un aborto y terminó internada tres meses en un hospital, casi que se muere, por eso no pudo regresar por ella. Una vez se recuperó fue a buscarla, una funcionaria llamada Luz Stella le dijo que la niña había sido dada en adopción por abandono de los familiares a una pareja de italianos”, lamenta entre lágrimas Víctor.
Lejos de casa
Ana Milena Edwards Scalise llegó a Champaign, Illinois, en donde poco a poco fue aprendiendo a hablar inglés y olvidando el español, así como sus recuerdos.
“Aquí me dieron educación, hice muy buenos amigos. Desistí de buscar a mi familia, cuando me dijeron que Pablo Escobar los había asesinado a todos y que mi vida estaba en Estados Unidos, no en Colombia”, afirmó Ana.
Entre tanto, en Puerto Wilches, Girón y Bucaramanga, la mamá y sus hermanos, ya mayores de edad, la buscaban por cielo y tierra.
No hubo medio de comunicación al cual no visitaran. Víctor, aún guarda un recorte del antiguo periódico Nuestro Diario (hoy Q’hubo), en donde buscó información del paradero de Ana, pero todas estas acciones fueron infructuosas, nadie sabía en qué lugar se encontraba.
“Nos decían que tal vez estaba en San Gil o el Socorro. Buscamos por allá y no encontramos nada. En las emisoras yo le decía que la estábamos buscando, que perdonara a mi mamá. Luego empecé a buscarla por redes sociales y tampoco”, agrega el hermano.
Momentos difíciles
Pero no todo en la vida de esta mujer ha sido color de rosa en tierras anglosajonas. A los 20 años, fue víctima de abuso, del cual nació su hijo mayor. A raíz de esta situación tuvo que enfrentar dificultades familiares y económicas.
“Mis padres adoptivos me pidieron entregar al bebé en adopción o me quitaban el apoyo. Yo decidí tener a mi hijo, y me tiraron a la calle. Me pasó lo mismo que en Colombia. Hoy estoy orgullosa de esta decisión, porque mi hijo es el mejor regalo de Dios. Actualmente tiene 17 años y estudia Derecho. Él sabe la verdad de lo qué sucedió”.
Sin el apoyo de sus padres adoptivos, trabajó duro para sacar a su hijo adelante.
Pero la vida siempre sonríe a pesar de las tormentas. En el año 2012, contrajo matrimonio con un mexicano y tuvo una niña, y luego otro niño. Al tiempo en que se fortalecía su vida amorosa se fortaleció también su vida profesional. Ana es propietaria de varios almacenes de venta de ropa y accesorios en su ciudad.
Hallazgo
“En un viaje que realicé a Disney World en Orlando, Florida, con mis hijos y una prima de mi esposo, dialogué con una mujer que me dijo que mi familia estaba viva y que siempre han intentado localizarme”.
Tras años de búsquedas sin éxito, el 19 de marzo de este año, la historia cambió. Ana empezó a buscar a todos los Otoniel Ochoa colombianos en Facebook. A cada uno de ellos les envió el mismo mensaje: “Busco a mi mamá Teresa Mantilla y mis tres hermanos”.
“Uno de mis hermanos, Otoniel me llamó y me dijo encontré a Ana. Yo no le creí, pensé que estaba borracho. Luego siguió insistiendo que era ella, porque le había dicho que buscaba a su mamá Teresa Mantilla y a tres hermanos”, relató Víctor.
Ante la curiosidad, la buscó en Facebook, a quien le bastó una mirada a las fotos de perfil, para notar el parecido físico entre ellos.
Facebook, la clave
A la mañana siguiente, Ana Milena recibió una solicitud de amistad acompañada por un mensaje que había esperado por años: “Hola, es posible que seas una hermanita que nosotros estamos buscando. Te pido por favor no juegues con esto, para nosotros es muy serio”, fueron las primeras palabras que le escribió Víctor.
De inmediato, los hermanos intercambiaron recuerdos que les ayudaron a atar cabos. Para sorpresa y alegría de ambos, no había duda, eran hermanos.
“Ella me dijo que buscaba a su mamá que se llamaba como la nuestra, se acordaba de un accidente que le dejó una cicatriz cuando niña. Fueron recuerdos muy precisos. Yo le conté a mis hermanos y desde ese día hablamos a diario”, manifestó Víctor.
La última en saber del paradero de Ana Milena fue su progenitora, sus hijos no quisieron contarle nada por vía telefónica para evitar alteraciones en su salud.
“Estaba en Girón cuando mi hijo Víctor me llamó para decirme que me tenía una sorpresa, me mandó lo del pasaje para que me fuera para Wilches. Yo estaba intrigada, no sabía lo que pasaba”, relató Teresa.
Con la duda y la ansiedad, al día siguiente viajó, fueron tres largas horas expectante y nerviosa.
“Cuando llegué me empezó a contar y a mostrarme fotos de mi hijita; ¡Ay Dios mío, qué emoción tan grande la que sentí al verla! Luego a lo que ya me explicó, hizo una videollamada. Cuando la vi frente a frente, no fui capaz de hablar con ella. Me entró temblor y no pude. Apenas la vi supe que era mi hija”, relató la madre.
El recuerdo de unas naranjas que la madre le llevó a su hija estando en el Icbf fue clave para que finalmente las dos mujeres pudieran aflojar el nudo en la garganta y expresar el amor que tenían represado.
“Ella me dijo unas cosas que habían pasado, que solo ella y yo sabíamos; como cuando me la dejaron ver en el Bienestar Familiar, ese día yo le llevé unas naranjas. ¡Virgen Santísima!, es mi hija, supe de inmediato”.
Luego de varios meses de comunicación, no fue necesario pedir perdón, las dos mujeres conscientes de las circunstancias que las llevaron a separarse, decidieron empezar de nuevo y esperan con ansias un reencuentro el próximo mes de junio y así iniciar un nuevo capítulo en sus vidas.