Y tras el 'Terremoto' la calma llega
Ahora, en el Cementerio Ecce Homo hay más vivos que muertos. Y ahí está Dayana, cerquita de ese Martín Elías que yace en el ataúd... Parece que ya no le quedaran fuerzas para llorar... “Y ahora qué voy a hacer, dime, qué voy a hacer... Yo quiero a Martín en mi vida. Yo lo necesito en mi camino”, dice.
Tendré que conseguirme una doctora, porque la que tenía me abandonó... se fue de vacaciones pa’ su tierra y me desengañó cuando llegó, resulta que un paciente como yo, no se puede quedar sin su doctora...
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El sepelio es como Martín lo pidió: está sonando ‘La doctora’, que Diomedes inmortalizó en el año 1994... Y hablando de Diomedes: miro a mi alrededor y lo recuerdo... este sepelio es aún más apoteósico que el descrito por él en aquella jocosa entrevista con Ernesto Mc Causland.
Todavía no he visto al primer vendedor de chicles, pero he hablado con Anabellis López, que me ofrece su manojo de llaveros con estampas de Martín Elías, cada uno cuesta dos mil pesos... Y venden su última foto en Coveñas a mil pesos, hay jugo de patilla, de naranja, carne, cerveza, agua, collares... Pero Anabellis le tiene fe a sus llaveros. Me dice que en 2013, cuando murió Diomedes, vendió 3.300 y ahora, tiene 200 de ‘Tin Tín’ -Martín-. Y, léase bien, no es que se aproveche de la muerte de los famosos -dice y llora-, es que hay que rebuscarse, y Martín le duele bastante. “Todavía no lo puedo creer, seño”, solloza.
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No me queda espacio para nadie, soy solo tuyo... menos mal que tuve tiempo y pude conquistarte... Sé que Dios te hizo fue para mí, eso no lo dudo, porque de otra no hubiese podido enamorarme... Y miro a Dayana, que ahora abraza a Martín Elías Júnior, su hijastro. Rafael Santos ha bajado del carro de bomberos en el que llegó izando la bandera del ‘Martinismo’, la amarilla, y está a la izquierda de Dayana. Llora y canta.
Ay, los médicos con una intervención retornan a un mortal lleno de vida, pero todo lo hacen por amor y por amor es que canto en la vida...
Por amor cantaba Martín, dice Diego Fernández, el odontólogo, “el de la sonrisa italiana”, sí, ese, el que saludaba en sus canciones... “Él era un enfermo con la música. Si iba en un ascensor, cantaba... si iba en carro, cantaba... mejor dicho pues”.
Perdóname, no fuiste tú la que falló, falló mi loco corazón... suena ahora. Y recuerdo a Rolando Ochoa, el acordeonero, que me dijo esta mañana: “Aquí no hay que buscar culpables, ese accidente que mató a Martín le puede pasar a cualquiera, pero sí hay un mensaje: hay que coger la vida suave, suavecito. De la carrera sólo queda el cansancio... Y las lágrimas... Y de Martín su alegría, su humildad”.
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Ahora miro a Patricia, la mamá, está de negro y ahora no llora, solo mira lejos recostada a un árbol... Y miro los árboles, cargados de martinistas que buscan un puesto privilegiado para ver el último adiós.
Estoy loco por tu amor, por tu amor, me le mido a lo que sea por tu amor, por tu amor, por tenerte aquí a mi lado... Al lado del féretro sigue Dayana y a su diestra está ahora Iván Zuleta, el acordeonero, el verseador... sin pecado se marchó y resulta y acontece, está en el reino de Dios, reino que le pertenece...
Veo salir a Jorge Oñate con la cabeza gacha. Jean Carlos Centeno sostiene ahora la bandera amarilla y de vez en cuando se apoya en ella, callado. Orlando Liñán también ha venido a decirle hasta luego a Martín, como las emisoras, que cada tanto suenan la marcha fúnebre y algún éxito del hijo pródigo de Diomedes Díaz... Y no porque sea hijo del ‘Cacique de La Junta’, porque Martín trascendió la sombra de Diomedes... eso dice William Dangond, el papá de Silvestre... “porque a Martín le sobraba talento y carisma”. Y humildad, y don de gentes, asegura Mister Black, el champetero que ama el vallenato.
Abran pista, que se metió, se metió el látigo... Ay, yo soy el que te pongo el látigo, para que tú me des revolución, y quiero que me des tu feeling y me bailes sexi para darte mi sabor...
Ahora miro a Elber Díaz, el tío que descubrió el talento en Martín... “ay, hija, si cuando él tenía once años yo le pregunté: Martín, ¿verdad que tú cantas? Me decía que no, le daba pena, pero hice que confiara en su talento... Después me dijo triste: ‘tío, usted por qué me pone a cantar siempre de último’, le expliqué que debía cerrar con lo mejor y sonrió”...
Pensaste que era el final, y fuiste el entrenamiento del inicio de mi historia, lo siento niña por ti, pero esa brincadera tuya para mí pasó de moda...
Y, ahora veo a Juan Carlos Vega, el mánager... que no piensa que este sea el final, Tin Tín no pasará de moda tan fácil. Martín grabó todas las canciones de su próximo álbum, pensaba estrenarlo el 7 de julio próximo. “Me había hablado de la carátula, me había dicho que se llamaría ‘Sin límites’”, dice.
Epílogo
Y ahora vuelve ‘La doctora’ más triste del mundo, suena un saxofón y ya no hay voces, ni versos, no más sollozos y murmullos. Gritos... ¡Que viva Martín! ¡Que vivan Diomedes y el vallenato!
Y que viva la vida de Martín, la voz que resucita en todas sus canciones.