Otro podio por contaminación
Lamentablemente, en cada ocasión en que se conocen noticias, estudios o informes sobre el medio ambiente en Colombia, estos tienen una particulridad. Son progresivamente peores.
Y es que a las informaciones que una y otra vez corroboran cómo se siguen deforestando bosques y selvas a pasos acelerados, que miden los gigantescos déficits en materia de reciclaje y dan cuenta de las toneladas de basuras y químicos que a diario se descargan en ríos y sus cuencas, para mencionar apenas algunos ejemplos, ahora se conoce que este país es el tercero del mundo más contaminado con mercurio.
Sí. De acuerdo a un informe reciente elaborado por la Universidad Externado de Colombia, en este país hasta un 80% de sus corrientes de agua están contaminadas con este mortal elemento químico, por cuenta de la minería ilegal, que ante los ojos impávidos de las autoridades continúa su crecimiento a velocidades cada vez mayores.
Anualmente, estima la investigación del Externado, se estarían vertiendo más de 200 toneladas de mercurio en los ríos, lo cual sitúa a Colombia de tercero en el ignominioso podio de los más contaminados con esa sustancia en el planeta, sólo después de China e Indonesia.
Pero no se trata solo del agua de los ríos. Ese 60% en que se estima la ilega-idad de la minería en Colombia, lo cual quiere decir que solo el 40% de lo que se extrae se hace legalmente, contamina, aunque tal vez el verbo arrasar describe mejor lo que hace, a poblaciones enteras de peces e innumerables especies que a su vez terminan también siendo ingeri-das por humanos con las consecuencias fatales que ya se ven con frecuencia.
Ahora, en lo referente a la repartición de culpas y responsabilidades por tan nefasta situación, esta cae sobre los protagonistas de siempre. Por un lado, esta se encuentra en la negligencia crónica y la ineptitud vitalicia de los gobiernos de turno, que no han sido capaces de concretar una lucha decidida pero sobre todo eficiente contra la minería ilegal e insisten en manejar el problema con una apatía que no se compadece que la gravedad de lo que está sucediendo.
En la otra esquina se sitúan los grupos delincuenciales ilegales y los mineros mismos, que con una falta de conciencia absoluta y un afán de lucro injustificable desde todo punto de vista, no tienen escrúpulo alguno para continuar sus explotaciones ilícitas aniquilando de paso todo lo que se les cruce en su camino.
En síntesis, la minería ilegal y su hija, la devastación de ríos y gigantescas extensiones de tierra es uno de los problemas más serios que golpean al país pero que como tantos otros, son totalmente desatendidos por el Estado y lo serán, hasta que como siempre, sea ya demasiado tarde.