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Regresaron a la libertad 11 animales silvestres tras abusos en Santander
A 110 kilómetros del noroccidente de Bucaramanga se ubica Sabana de Torres. Un municipio perteneciente a la provincia de Mares, fundado en 1920 y característico por la belleza de sus paisajes. En este lugar se encuentra una de las reservas naturales más grandes y significativas de Santander: Cabildo Verde.
Esta reserva natural hace parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas de Colombia. Cuenta con un área de 600 hectáreas de bosques, de las cuales 447 son de Cabildo Verde y la cifra restante, 153 hectáreas, de la Administración Municipal. Su función es la de proteger y conservar las especies de fauna silvestre de la región. Por ello, allí reciben, rehabilitan y liberan a cientos de animales que son maltratados, traficados o sacados de su hábitat natural de manera ilegal.
El pasado 19 de mayo se llevó a cabo una jornada de liberación de 11 especímenes de fauna silvestre. Entre ellos, un tigrillo, un gavilán, tres tortugas, cinco boas constrictor y una boa arcoíris. Mientras tanto, 26 animales más fueron traslados a la reserva para iniciar un proceso de rehabilitación y posteriormente ser liberados si sus condiciones lo permiten.
Como consecuencia, siete zarigüeyas, nueve boas constrictor, un puercoespín, un gavilán, cinco tortugas morrocoy, una lora, un búho y una serpiente granadilla se unieron a la lista de más de 700 especies que han ingresado a la reserva natural.
El recorrido
Desde las instalaciones del Área Metropolitana de Bucaramanga, AMB, ubicadas sobre la avenida Samanes, el traslado de los animales se iniciaría hacia las 6:00 a.m. Sin embargo, los 26 especímenes seleccionados para esta actividad ya habían sido trasladados, una hora antes, desde el Centro de Atención y Valoración de Fauna Silvestre, Cavf, que funciona en la capital santandereana.
Allí, los animales que son incautados por la Policía Ambiental, rescatados por los biólogos del AMB y Cabildo Verde o entregados voluntariamente por la comunidad, reciben atención médica veterinaria, alimentación, cuidados 24 horas y, en caso de ser necesario, intervenciones quirúrgicas.
“Los que más requieren cuidados son los neonatos (recién nacidos) y las aves”, dirían durante el recorrido, de más tres horas hasta Sabana de Torres, los biólogos Gerson Fernando Peña Díaz, del AMB, y Claudia Infante, de Cabildo Verde.
Finalmente, hacia a las 6:10 a.m., dos camionetas iniciaron el recorrido. En una de ellas se transportaban a los animales, al cuidado de Rafael Mantilla, auxiliar veterinario y técnico ambiental de Cabildo Verde. En la otra, se movilizaban los funcionarios del AMB quienes ese día harían una visita a la reserva natural para conocer la labor que allí realizan y ver las condiciones en las que se tienen a los animales.
El camino fue largo y tras cada kilómetro la temperatura aumentaba. Hecho que preocupaba a Rafael quien había cubierto a los guacales de los animales con un toldo negro para evitar que el calor les afectara. Se parqueaba en la sombra en caso de hacer paradas durante el viaje. Tampoco soportaban los ruidos altos.
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La carretera que conduce de Bucaramanga a Sabana de Torres hace parte de la Troncal de la Paz. Está en buen estado y durante el trayecto hay señales que alertan de la presencia de serpientes y hormigueros, los cuales, equívoco a lo que piensan las personas, no son osos. Antes de llegar a Barrancabermeja, al lado derecho del carril, un hormiguero había sido atropellado por algún conductor. En ese caso los letreros no funcionaron.
Al llegar a Sabana de Torres la sensación térmica alcanzaba los 38°C. En medio del municipio queda la sede administrativa de Cabildo Verde y James Murillo Osorio es el director ejecutivo de la reserva natural.En la parte trasera de dicha sede funciona un pequeño vivero en el cual cultivan plantas en semilleros que posteriormente son sembradas dentro de las 600 hectáreas de la reserva natural.
La llegada a Cabildo Verde
Una hora después de la llegada a la sede, el recorrido continuó dos kilómetros más adelante hacia la reserva natural. El camino incluye algunas trochas antes de llegar al lugar que está ubicado al lado derecho del camino, justo después de una curva. Una valla de 10 metros de largo por 3 metros de ancho indica el destino final: Cabildo Verde. Al abrirse la cerca de metal se da paso a las 600 hectáreas de bosque húmedo tropical.
Algunos metros más adelante las camionetas parquearon, a las dos que salieron desde Bucaramanga se le había unido la del director de Cabildo Verde, quien iba acompañado de Jenny Cristina Palencia, médica veterinaria de la reserva. Los dos funcionarios serían los encargados de liderar el recorrido ecológico.
Guacamayas, pericos y un chigüiro fueron los primeros animales en aparecer. Todos estaban libres e iban en busca de algunos cacahuates que los visitantes tenían listos en pequeñas cajas blancas de cartón.
Mientras tanto, Rafael Mantilla, el auxiliar veterinario de Cabildo Verde, junto a algunos de los estudiantes de zootecnia que hacen prácticas en el lugar, bajaron los guacales de la camioneta, los llevaron a un cuarto fresco y aireado y pasaron a las aves a jaulas grandes en las que sus alas no se lastimaran.
Entonces, en el mismo lugar las siete zarigüeyas, las nueve boas constrictor, el puercoespín, el gavilán, las cinco tortugas morrocoy, la lora, el búho y la serpiente granadilla se unieron a un ave de rapiña conocida como Milvago chimachima y un loro que había perdido sus plumas, producto del maltrato ocasionado por el hombre.
Las cajas de comida contenían cacahuates, semillas de girasol, uvas y huevos de codorniz. Los últimos llamaron la atención de un par de monos cariblancos que acompañaron a los invitados durante la primera parte del recorrido. Sin embargo, antes de entrar a la zona de los tigrillos, los primates desaparecieron.
Las jaulas de los tigrillos no están muy alejadas de la entrada de la reserva. Quedan junto a las jaulas de vuelo en las que se rehabilitan y aprenden a cazar las aves de rapiña antes de ser liberadas.
Según datos de Cabildo Verde, hasta diciembre del año pasado la reserva había recibido un total de 723 especies. De los cuales, 657 fueron liberados, siete continúan en rehabilitación, 35 murieron y a 24 más le aplicaron la eutanasia en vista de que era imposible garantizar una calidad de vida para estos animales.
Dentro de la lista de especímenes hay babillas, monos, aves de rapiña, búhos, pericos, chigüiros, tigrillos, un jaguar, un caimán, tortugas, serpientes, una nutria, peces, perros y osos. Diariamente el director de la reserva y su personal se encargan del cuidado y alimentación de todos los animales.
La liberación
Hacia mediodía los 11 animales que estaban listos para la liberación fueron metidos en guacales y acomodados en el platón de una de las camionetas. Ahora, seis personas más se habían unido al recorrido. El camino no estaba pavimentado, todas eran trochas y algunos caudales de agua las atravesaban.
Inicialmente fueron liberadas las tres tortugas. La primera que entró al agua, de unos diez centímetros de diámetro, nadó con destreza. La segunda, cuyo tamaño era tres veces menor que el de la primera, se quedó inmóvil por un momento. “Le faltó darle cuerda”, dijo uno de los funcionarios del AMB mientras los espectadores soltaron una carcajada. El pequeño animal fue sacado del agua para corroborar que estuviese en buenas condiciones, dos minutos después nadó con normalidad. El tercer réptil no ocasionó ningún contratiempo.
Unos metros más adelante el turno era para las serpientes. En un pequeño charco se liberaron cuatro de las seis boas. Dos nadaron aguas abajo, las otras dos se enredaron en una rama. Ninguna atacó ni se rehusó para salir de sus contenedores.
Sin embargo, la situación fue diferente para los dos réptiles restantes. El huacal de las boas, que alcanzaban los dos metros de longitud, fue bajado de la camioneta y dejado a la sombra. En él se había subido una viuda negra (araña), uno de los animales más venenosos que existen.
Después de quitarla con una rama seca, el huacal fue llevado hacia una zona boscosa, al final había un lago. El camino era inestable y tenía desniveles. La recomendación era estar atentos. El biólogo sacó la primera boa que era pesada y agresiva. Intentó morderlo pero uno de los auxiliares de la reserva natural ayudó a tomarla de la cabeza con una pinza.
Una vez controlado el animal, el biólogo la tomó con sus dos manos y antes de liberarla, el réptil se enredó en sus brazos mientras le ejercía presión. Él era la presa. Logró soltarla pero la boa no siguió el camino y se devolvió. Una vez más la pinza sirvió de ayuda para meterla al agua. La boa restante era más pesada, también más agresiva. Después de muchos intentos por sacarla del huacal siguió el camino hasta perderse en el agua del lago.
De nuevo en el lugar donde estaban las camionetas era el momento para que el gavilán abriera sus alas. La liberación la hizo el biólogo Gerson Fernando Peña Díaz. Se puso unos guantes amarillos y en vez de tomar al ave con fuerza, fue el gavilán el que se aferró a él. No se quería ir. Pero un movimiento fuerte del brazo izquierdo hizo que emprendiera el vuelo. Aterrizó en un árbol a casi diez metros. Allí se quedó hasta que las camionetas se alejaron.
Al final solo quedaba el tigrillo, el más tímido y que requirió más tiempo para su liberación. Los celulares y cámaras estaban listos para grabar el momento más esperado del día: la salida hacia la libertad del felino. La jaula de su huacal fue abierta, ninguno de los espectadores hablaba, solo se escuchaba el ruido de las aves, el viento y el roce de las hojas de los árboles.
“No hagamos ruido para que no se asuste”, dijo la bióloga Claudia Infante. Pero ni así el mamífero quiso salir. La bióloga se acercó para asegurarse de que estuviera bien, “está calmado, no se ve inquieto. No demora en salir”, pero el animal no lo hizo. Así que las personas se retiraron, solo un camarógrafo y un periodista se quedaron en el lugar.
La espera pareció larga, hasta que de pronto el pequeño tigrillo asomó su cabeza. Sus ojos eran grandes y brillantes, sus manchas eran de un negro oscuro, sus patas dejaban notar el gran depredador en el que se convertiría y sus pequeños colmillos ya eran capaces de atrapar el alimento. En la reserva aprendió a cazar durante su periodo de rehabilitación. Finalmente salió, su movimiento fue tan rápido que por un momento el lente de la cámara lo perdió. Segundos después se escabulló en medio del bosque.
Todos eran libres.De regreso al punto de inicio los estudiantes de zootecnia bajaron los guacales, los visitantes fueron a almorzar y Rafael, quien el día anterior fue mordido en la frente por una boa mientras la alimentaba, lavó la camioneta antes de iniciar el retorno hacia Bucaramanga.
A pesar de que cada semana Rafael hace varios viajes desde la capital del departamento hasta Sabana de Torres, cuida a los animales y ayuda con las labores de aseo, nunca se quejó. En cambio, aseguró que lo hace con mucho gusto porque “amo mi trabajo”.