Diocelina Chamagá Yánez recibió una llamada sorpresa. El número era desconocido y salía una imagen del Inpec. “Contesté pensando que había pasado algo”, comentó esta cucuteña de 45 años residente en San Gil.
La comunicación le alegró el día a ella y sus tres hijos. Era su esposo recluido en el Centro Penitenciario de San Gil, a quien pudo escuchar y ver después de casi un mes, el mismo tiempo que lleva la cuarentena, algo que le ha impedido ir a visitarlo.
“Yo iba todos los domingos. (...) Ahora estoy más tranquila, porque imagínese tanto tiempo sin verlo”, aseguró Chamagá, que ahora espera que pase toda esta crisis para abrazar a su querido Wilson Ramos.
Su esposo está bien y ella menos angustiada después de la videollamada. Él se veía en buena forma, estaba acompañado por un guardia y hablaron cerca de cinco minutos, que es el tiempo estipulado para cada comunicación.
Como ella, otras 94 familias con personas internas en el penal de San Gil ya pudieron saber de los suyos, hablar con ellos y hasta verlos. Claro, cuando la capacidad de banda de internet que tienen las familias lo permite.
La iniciativa adelantada por la dirección de la cárcel busca que en medio del aislamiento social actual, los reclusos puedan mantener el contacto con sus familias, teniendo en cuenta que para ellos las visitas de cada domingo son muy importantes, dijo Alberto Blanco Arenas, director del penal.
El funcionario agregó que cada una de las llamadas se hace bajo estricta vigilancia, con todo el protocolo de seguridad y la idea es llegar a toda la comunidad carcelaria que es de 219 reclusos, pero para eso se necesita que las familias tengan conectividad, recalcó el funcionario.
