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Región
Lunes 30 de agosto de 2021 - 12:00 PM

Libertad robada: El niño al que obligaron a ir a combate en Santander

Según reportes de Justicia y Paz y la Comisión de la Verdad, 70 niñas y niños, entre los 13 y 17 años de los municipios de Charalá corregimiento de Riachuelo y Coromoro corregimiento de Cincelada, en Santander, fueron víctimas de los delitos de esclavitud sexual, acceso carnal violento, tortura y prostitución forzada por parte de miembros del Frente Comuneros Cacique Guanentá de las Autodefensas Unidas de Colombia. Esta es la historia de uno de ellos y la lucha de su familia por encontrar la verdad. Muchos de sus victimarios están libres en la actualidad.

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El silencio fatídico de esa mañana cambió de repente. Cuando sintieron los primeros disparos se tiraron al piso. Una respiración de ahogado zarandeó los intestinos de quienes por primera vez estaban en combate. Como un escalofrío sudoroso el miedo se les metió a muchos hasta los resquicios más profundos ante la certidumbre de la muerte. Replegarse fue la orden. Extraviados entre brumas de plomo venteado, buscando un lugar para protegerse, pensaron que se trataba de una emboscada de la guerrilla, diseminada por entre pequeñas colinas forradas de verde oscuro, bajo un cielo de septiembre. Se ubicaron en puntos estratégicos de la vivienda. Resguardaron posibles zonas de ingreso del enemigo. Vigilaron potenciales lugares para escapar de esa finca, conocida con el nombre de Gibraltar.

Afuera, unidades del Batallón Luciano D’Elhuyar no pararon su hostigamiento. Poco a poco comenzó a iluminarse la mañana de ese sábado. Los residentes de la vereda El Cerro, del municipio de Chima, Santander, escucharon el alboroto de los fusiles y sus alaridos de guerra.

Supusieron que se trata de los hombres del Frente Comuneros Cacique Guanentá del Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, que controlaba desde hacía más de un año esta zona. Ellos eran dios y ley por esta tierra. Determinaban desde los toques de queda hasta los castigos por violencia doméstica, no pago de extorsiones o robos. Los que ellos consideraban culpables terminaban amarrados de pies y manos a un árbol, a veces desnudos por días, en otros casos muertos y lanzados a quebradas. Su centro de mando se localizaba cerca de allí, en el corregimiento de Riachuelo de Charalá.

Desde uno de los recodos del agobio, atrincherados, gritaron una y otra vez, con ese desespero aturdido por la maleza de los disparos que no cesaban.

- ¡Somos de las Autodefensas!

No entendieron por qué el Ejército los atacaba. La explicación la tendría varios años después José Hilario Higuera, alias ‘Gatillo’, sicario de los paramilitares por más de una década en esta zona de Santander. En la actualidad está en libertad luego de cumplir su condena en Justicia y Paz. El desmovilizado aseguró a Vanguardia que era común que las Autodefensas operaran, hace 20 años, con el apoyo del Ejército y la Policía de esta zona.

- Ese combate ocurrió porque no eran tropa del Ejército que trabajaba con nosotros. Nosotros operábamos con la Quinta Brigada del Ejército y la Policía Nacional. Esos soldados campesinos llegaron de San Vicente de Chucurí. Ellos estaban detrás de otra cosa. Luego supimos que necesitaban un positivo grande. No importaba si era de derecha o de izquierda, por eso nos cayeron a la finca...

- ¡Somos de las Autodefensas!

Como un mal viento entrando por las ventanas, los llamados de los paramilitares encontraron una respuesta.

- Entréguense... -Se escuchó a lo lejos-.

Gildardo Antonio Franco, un paramilitar conocido con el alias ‘Yerson’, intentó hacerlo. En medio del combate ingresó a una de las habitaciones de la finca y se encontró de frente a Carlos Andrés Reina Pinzón. Apenas podía respirar de miedo. Lloraba con el rostro descuajado en medio de una tormenta de fusiles, que amenazaba embestirlo con toda su furia. Estaba sentado en una cama y sostenía una M-60. Esta es una ametralladora de gran envergadura, pesa unos 10 kilos, lanza proyectiles 7,62 m.m., que tienen un alcance de hasta tres kilómetros.

Carlos Andrés sumaba para entonces solo 13 años de edad. Este era su primer combate. En febrero, siete meses atrás de esa mañana, dejó de ser el niño que ayudaba a vender leche en el corregimiento de Riachuelo y jugaba entre los cultivos de café para vestirse de camuflado, portar un fusil y aprenderse el himno de las Autodefensas. Desde entonces se llamaba, por capricho de sus comandantes, alias ‘Ernesto’. Con los ojos anegados el niño le arrojó de inmediato una frase a ‘Yerson’, que fue más una súplica.

- Entreguémonos, que nos van a matar...

Quienes sobrevivieron al combate y declararon como postulados ante la Jurisdicción Especial para Paz admitieron que Carlos Andrés entró en colapso ante la violencia del conflicto armado que se asomaba afuera de la casa. ‘Yerson’ intentó tranquilizarlo y le explicó que él se entregaría primero. Después él debía seguirlo. El paramilitar intentó entonces abrirse camino por entre los disparos, alertando que se rendía. No pudo. Volvió a gritar, con mayor fuerza, a los soldados que, de alguna forma, intentaba divisar a los lejos.

- Somos de las autodefensas. Me voy a entregar...

Se sabría después, por una declaración de un postulado, que un soldado le comunicó rendición al Cabo que estaba al frente de la unidad de soldados. La respuesta fue contundente:

‘Yerson’ entonces pidió una tregua para sacar primero a los civiles, que estaban asustados dentro de la finca, atrapados entre el fuego cruzado. Fue aceptada. Salieron uno a uno. Fueron llevados a una zona especial para ser interrogados. Una vez todos están afuera, se reitera el llamado de algunos paramilitares a entregarse. Claman que se les respete la vida.

- Ese fue un error... – Advierte alias ‘Gatillo’- Cuando usted no conoce la guerra, a usted se le hace muy fácil entregarse. Cuando usted conoce la guerra, sabe que hay que hacerse matar peleando. Uno entiende que en medio de un combate, el que se entrega se muere. Uno lo sabe porque está untado de la mierda de la guerra...

- Salga con las manos arriba...-Se escucha-.

Ese sábado 2 de septiembre de 2002, cuando apenas pasaban las seis de la mañana, el niño cruzó la puerta con las manos levantadas, en un gesto de sometimiento, sosteniendo al tiempo en alto su arma. No paraba de llorar.

Carlos Andrés nació el 25 de febrero de 1987 en Bogotá. Su mamá salió muy joven de Charalá, cargando ilusiones y una maleta con destino a la capital del país. Allí sostuvo pronto una relación sentimental. Cuando su pareja tuvo que prestar el servicio militar obligatorio, la joven madre decidió regresar a Riachuelo, ahora con un hijo recién nacido.

En este caserío recibió la bienvenida de su padre, Roque Pinzón, dedicado a las labores del campo. Con el tiempo llegaron los problemas de convivencia para ella, en medio de un caserío apacible y abandonado por el Estado, que no era para nada de su interés. La mujer decidió regresar de forma permanente a Bogotá y dejó a su hijo, Carlos Andrés, al cuidado de su abuelo, ya que la abuela murió de una enfermedad años atrás.

Según un perfil del niño Carlos Andrés, realizado por la Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz, “sin la mamá, las cosas cambiaron en ese hogar. El núcleo familiar del niño quedó reducido únicamente a su abuelo Roque Pinzón, quien terminó ocupando todas las funciones del hogar. Era él quien lo despertaba en las mañanas, lo obligaba a bañarse para ir a la escuela, y le preparaba el almuerzo cuando llegaba las tardes luego de jugar con sus amigos”.

Roque Julio trabajaba en cultivos de plátano, yuca, café y caña, a los que acudía con el pequeño Carlos Andrés, quien siempre tuvo una fascinación con la vida militar, como lo narró la abogada Xiomara Ramírez Tirado de la Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz.

- Cuando le ayudaba a desyerbar los cafetales le gustaba meterse en lo profundo del cultivo y pretender que desfilaba con un uniforme y fusil. Su fascinación infantil por la carrera militar se desvió convirtiéndose en un triste episodio en la historia de Riachuelo debido a la llegada de los paramilitares.

Cuando los hombres del Frente Comuneros Cacique Guanentá arribaron en 2001 al corregimiento de Riachuelo, según residentes de la región, Carlos Andrés se sintió impresionado. Las armas, los carros y las motos que empezaron a recorrer el hasta entonces caserío abandonado llamaron su atención, como una luz peligrosa embriaga a una inexperta polilla.

Roque Pinzón, el abuelo de Carlos Andrés, pero a quien el niño llamó papá, en desarrollo de un taller de memoria realizado por la Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz, escribió este texto:

Seducido por los ofrecimientos de los paramilitares, Carlos Andrés abandonó sus estudios de primaria e ingresó, primero como trabajador, y luego como combatiente al Frente Comuneros Cacique Guanentá, como lo narró a Vanguardia uno de los comandantes paramilitares de la zona, Gerardo Alejandro Mateus Acero, alias ‘Rodrigo’, detenido en la actualidad en la cárcel Modelo de Bucaramanga.

- Carlos Andrés vio en ese ofrecimiento una alternativa de subsistencia y Carlos Almario Penagos, comandante paramilitar conocido con el alias de ‘Víctor’, su reclutador, una forma de tener una mano de obra barata en las fincas que la organización tomó en la zona.

Se estima que durante cuatro meses Carlos Andrés estuvo trabajando en las fincas Villa Elvia y el Cuadro, controladas por las Autodefensas. En junio fue enviado como combatiente al vecino municipio de Chima. Debía cumplir roles como patrullero.

Expedientes de Justicia y Paz consignan varios testimonios de desmovilizados, en el sentido que a Carlos Andrés se le observó en reiteradas oportunidades en compañía del comandante Pedro Antonio Rondero Lizarazo, alias ‘Silvestre’, asesinado posteriormente por los mismos paramilitares. Este sujeto es señalado por la Fiscalía de esclavitud sexual y abuso sexual contra varios de los 70 niños y niñas de esta región víctimas de violencia de género. Una declaración de un estudiante, compañero de colegio de Carlos Andrés, retrató los abusos que soportó el niño.

- Carlos Andrés se la pasaba con un ‘man’ que le decían ‘Silvestre’. Él nos daba cerveza y plata. No se le veía con mujeres, sino con niños. Él para todos lados se llevaba al peladito [...] Él abusaba de Carlos Andrés. Él nunca volvió al colegio. Cuando no regresó, entonces seguí yo, ‘Silvestre’ abuso de mí...

Carlos Andrés cruzó la puerta con las manos levantadas, en un gesto de rendición, sosteniendo su arma. Lloraba desgarrado por la adversidad. Dio unos cuantos pasos y cayó al piso ante la intransigencia de la guerra. Oscar Castro Ortiz, alias ‘Cero Nueve’, también postulado ante Justicia y Paz, y quien sobrevivió al combate, declaró cómo perdió la vida esa mañana el niño.

- Él sale con las manos arriba y en el corredor de la finca lo mató el Ejército.

Alias ‘Yerson’ atestiguó que escuchó un disparo y luego no volvió a ver más a Carlos Andrés.

- Escucho un disparo y no vuelvo a verlo. [...] uno de los civiles me dijo que una vez le dispararon cayó al piso. El civil dijo que escuchó de unos de los soldados decir: ‘éste hijuetantas no se quiere morir’ y le volvieron a disparar...

José Hilario Higuera, alias ‘Gatillo’, quien investigó el caso para los paramilitares, aseguró que en el piso, indefenso, un soldado descargó una ráfaga en contra de la humanidad de Carlos Andrés, cuyo cuerpo registró 17 impactos de fusil.

- A ese pelado lo mató la inexperiencia. El miedo. Nunca debió entregarse...

Lo dice ‘Gatillo’ sin reconocer que a la organización ilegal a la que perteneció sacó a Carlos Andrés del salón de clase para arrastrarlo como en un remolino de malas decisiones a un combate.

- Todos en la guerra estamos jodidos. Yo maté, muerto del susto, la primera vez a los 12 años. A mis hermanitas pequeñas y mis papás los asesinó la guerrilla. Yo me pude volar. Sé que tomé el camino equivocado. Me arrepiento de matar a tanta gente, que hoy podría estar con sus familias. De niño maduré a punta de plomo y me hice paramilitar. No maduré a punta de un lapicero en una universidad. Maduré a la fuerza en la guerra. Ahora estoy viejo y solo quiero que me dejen vivir...

Esa mañana, además de Carlos Andrés, murieron dos paramilitares y un soldado. El cuerpo del niño fue llevado a Medicina Legal en San Gil, la familia en Riachuelo fue obligada a reconocerlo, pero no le permitieron reclamar su cuerpo. Esa labor la asumieron los paramilitares, quienes trasladaron el cadáver hasta Riachuelo, donde le realizaron un sepelio, le rindieron sus honores como organización militar y lo sepultaron en el cementerio del caserío, ubicado a tres cuadras del parque. Allí se llega en un camino de tierra, desde la última casa bajando por dos campos sembrados de café, expuestos al sol y a la lluvia, por donde caminan a toda hora las gallinas de las fincas vecinas.

William Carreño Lizarazo, alias ‘Chirrete’, se encargó de estas labores y no permitió que la familia del menor participara del sepelio, menos que despidieran a Carlos Andrés, quien fue sepultado en una fosa, sin lápida, marcada en cemento con el alias “Ernesto-AUC”. Alias ‘Chirrete’, prófugo en la actualidad de la justicia, es acusado de violencia de género, reclutamiento de menores y abuso sexual contra niños.

La familia, por miedo, nunca preguntó en detalle las circunstancias de la muerte de Carlos Andrés. Guardaron silencio bajo la sombra de las armas. Quien más sufrió fue Roque Pinzón, el abuelo, el hombre a quien el pequeño llamó con cariño “papá”. Un familiar en la zona describió su abatimiento:

Una vez se retiró el Frente Comuneros Cacique Guanentá de Riachuelo y llegaron las organizaciones del Estado anunciando ayudas y reparación para las víctimas del conflicto armado, Roque Pinzón pidió siempre que se le cumpliera un deseo. Por encima de la reparación económica que se especulaba, Roque deseaba que pusieran el nombre real de Carlos Andrés en la tumba de su nieto, pues quería recordarlo como un niño estudiante y no como un integrante de las Autodefensas.

Roque falleció el 26 de diciembre de 2012, a la edad de 68 años, sin lograr que su reparación se materializara. Trámites administrativos y legales demoraron que se cumpliera la voluntad del abuelo, que llegó a la Unidad para la Atención y Reparación Integral de Víctimas tres años atrás.

En 2014 el expediente llegó al Tribunal de Justicia y Paz de Bogotá. En audiencia la magistrada Alexandra Valencia, se pronunció cuando conoció el caso de Carlos Andrés y su abuelo Roque, ambos enterrados en Riachuelo.

- No podemos detenernos en un engranaje normativo que se hace ajeno al clamor de las víctimas, no podemos convertirnos en unos indolentes normativos. Que estemos privilegiando el parágrafo, el numeral o el inciso frente al dolor humano, eso nos hace de alguna manera cuestionarnos qué tan útiles somos para atender la inconmensurable situación de los hechos que circulan en esta jurisdicción.

Solo hasta el 30 de noviembre de 2015, el Tribunal de Justicia y Paz de Bogotá con la ayuda de la Organización Internacional para las Migraciones acudieron hasta el corregimiento de Riachuelo, en Charalá, para cumplir el deseo de Roque Pinzón. Se instaló una lápida con el nombre de Carlos Andrés.

Juan David Reina, hermano de Carlos Andrés, enfatiza en que esta fue la primera vez en la historia del país que se hace el cambio de lápida a un niño reclutado por grupos armados ilegales.

- Este país no puede olvidar nunca lo que sucedió en Riachuelo. Tendemos como país a repetir la historia. Consideramos que aún faltan demasiados actores que nos cuenten la verdad. No solo a la familia, sino al país. Que podamos de alguna manera tener la certeza de conocer toda esta red de actores e intereses que ha habido y que hay actualmente en el territorio. Queremos llevar el caso de la muerte de Carlos Andrés a la Justicia Especial para la Paz, para que se llegue a los responsables de su muerte.

Vanguardia indagó con voceros de la Segunda División del Ejército, con sede en Bucaramanga y a la que pertenece el Batallón Luciano D’Elhuyar, pero no quisieron pronunciarse al respecto del caso de Carlos Andrés.

La familia del pequeño, organizaciones no gubernamentales, acompañados de la Comisión de la Verdad realizarán la segunda semana de octubre próximo la exhumación y reubicación de los restos de Carlos Andrés. Le darán su despedida aplazada desde hace 19 años. Por fin, en la intimidad de su familia, le dirán adiós. Carlos Andrés, para ellos, al fin descansará en paz.

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Publicado por Juan Carlos Gutiérrez

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